Qué gente. Por Dios. No hay semana en la que las páginas y módulos de las diferentes plataformas de este diario no incluyan entre sus contenidos sucesos en los que se refiera que se ha hecho uso de armas blancas. Dicen quienes saben de seguridad ciudadana que la cosa está de aquella manera y que lo de portar filos ya empieza a no ser la excepción en determinados ambientes ligados al ocio nocturno y con determinados perfiles humanos. Y todo esto, trufado de noticias de intervenciones policiales para intentar cortar de raíz hechos de violencia gratuita ligados al deporte profesional, con trifulcas concertadas en redes para pegarse con los hinchas del equipo rival por el mero hecho de existir, y también totalmente ajenos a él, como las peleas entre bandas de chavales que, por lo visto, solo pueden asegurar su existencia si antes han pisado la cabeza de un semejante de otro barrio, ideología, gusto o nacionalidad, que de todo hay en la viña del Señor. Creo que me estoy haciendo demasiado viejo demasiado rápido y que esta sociedad en la que me ha tocado crecer, vivir y echar raíces padece síntomas que avisan de una pronta enfermedad. No sé qué rama de la medicina se encarga de estos males, pero me da a mí al hocico que no se cura con una aspirina .
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