Están los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero sacando tripa sin querer. Entre la cena previa a San Prudencio y que el lunes, con el apagón, nuestro querido escanciador de café y otras sustancias llamó a filas para evitar que se le jodiesen los alimentos de la cámara que tiene en el bar, hay alguno de los abueletes que ve caracoles en sueños. Además, ayer tocó otro encuentro gastronómico previo a Estíbaliz, porque cualquier fecha señalada es buena para darle trabajo a la panza. Además, como señaló el martes una de las venerables del lugar, teniendo en cuenta que en cinco años llevamos una pandemia, un Trump y un apagón total, las señales del Apocalipsis están ahí para quien las quiera ver, así que hay que exprimir cada día como si no hubiera un mañana. Y aquí estamos con una sobredosis de pintxos y licores varios que no tiene fin. Se van a echar unas risas en Osakidetza el día que toque hacer análisis a los habituales del bar. Hay varios aitites que van a reventar el medidor de colesterol y otras cosas por el estilo. Mientras tanto, ya se ha abierto una apuesta pública sobre qué va a ser lo siguiente, si el meteorito, el Papa Negro, la invasión de los extraterrestres o la desaparición del vino. De Nostradamus estamos servidos.