Tenemos a dos de los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero que no tienen muy claro si van a ser capaces de resucitar pero sí que van a morir. Y pronto. A uno de ellos, el hijo le ha hecho hasta un powerpoint y una hoja excel con la agenda que le espera por delante. Entre los dos suman nueve nietos de diferentes edades que en nada empiezan un paréntesis vacacional de tres semanas que tiene a sus aitites al borde de pedir el ingreso en Las Nieves, aunque en realidad el Psiquiátrico ya no esté allí. Para que los querubines no echen en falta a sus progenitores mientras se tocan las narices a dos manos, a sus abuelos les han diseñado un programa de actividades que no conoce la palabra descanso. Por eso están buscando buenos samaritanos entre los habituales del local para ver si alguien se apunta a llevar el rebaño conjunto y repartir así la gracias de Dios. Pero se están encontrando con un no tras otro. Además, nuestro querido escanciador de café y otras sustancias, temiéndose la invasión infantil en el bar, ya ha dicho que va a poner aranceles por niño y niña que se traiga, subiendo el precio del tinto al abuelo en un 20% si la descendencia tiene más de 10 años y de un 40% si tiene menos, porque según su teoría dan más guerra.
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