La reflexión lleva ya unos días sobre la mesa. Y no nos terminamos de poner de acuerdo entre las paredes de nuestro amado templo del cortado mañanero. Hay ideas básicas que sí se comparten. Es decir, el vino tiene que estar. Pero claro, no todos los viejillos –entre los que hay fervientes defensores del cosechero y sibaritas del crianza– quieren optar por soluciones intermedias para intentar contentar a todo el mundo. Por supuesto, hay que jalar algo. Y en esto nuestro querido escanciador de café y otras sustancias está trabajando duro con el becario –o sea, su hijo– en conseguir meter en una pequeña cajita varias muestras de los pintxos habituales en el bar, desde el torrezno hasta una especie de versión enana de la gilda. Parece seguro que se meterá también un sobre de café soluble y una pequeña botellita de algún licor sandunguero. Eso sí, hay que tener en cuenta las dimensiones de la bolsa que tiene que contener todo porque se supone que tiene que ser práctica y fácil de llevar. Lo que varios veteranos han pedido, además porque casi no ocupa espacio, es que no falten algunos palillos para poder sacarse con tranquilidad los paluegos. Eso sí, nos sabemos si es esto lo que los de la Unión Europea entienden por el kit de supervivencia ese que nos están pidiendo por lo que pueda pasar.