Pues no será por no hacer caso. De hecho, creo que Vitoria y Álava son alumnos aventajados en materia de transición energética. Se han hecho muchos ajustes y se van a hacer muchos más para tratar de ahorrar recursos y para generar otros más. Pero, pese a los avances, las evidencias dictan que no es suficiente y que el territorio, su sociedad, su movilidad y su músculo empresarial están a años luz de ser autosuficientes en materia energética. Y eso, se mire como se mire, es un problema mayúsculo que amenaza el confort actual y la génesis de un futuro esperanzador. Es cierto que hay maneras y maneras de filosofar al respecto. Se puede, como ya se hace, tratar de sacar rédito político con una demagogia difícil de controlar, con pancartas y protestas en cotas y plazas, negando la mayor. Se puede, como ya se hace, reflexionar sobre futuribles que, por utópicos, son imposibles, como una electrificación rápida y masiva. Se puede, como ya se hace, pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, con épocas sin control ambiental. Pero vías para ganar en independencia energética solo hay una. Y si no se tiene claro ese camino, que consiste en lograr un mix con paulatina preponderancia de las renovables, apaga y vámonos (nunca mejor dicho).
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