Con noventa años recién cumplidos hace nada, uno de los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero ha roto el cerdito y se ha comprado un puro de alto copete para el lunes a las seis. Hace que no fuma ni se sabe. Si su médico de cabecera lo supiese, le darían tres infartos. Nos ha pedido que no le digamos nada a una de sus hijas, que suele pasar a echarse una cerveza de vez en cuando. Pero el buen hombre tiene claro que para lo que le queda en el convento, el día 4 se lo va a pasar todo por donde amargan los pepinos. Habrá que ver si llega vivo, eso sí, porque nuestro escanciador de café y otras sustancias ha hecho como en la Casa Consistorial y estamos de cenas y comidas de prefiestas con la agenda completa. A la bajada de Celedón va ir más de uno llegando la tripa a la Virgen Blanca cinco minutos antes que el resto del cuerpo. Claro que varios de los aitites ya han quedado como todos los años para ver la cosa desde la tele del bar, que no está tampoco el cuerpo para tonterías y, total, aquí tienen la barra a escasos centímetros. Están de tan buen humor ante el comienzo de las fiestas, que hasta uno de los que se quedará en el local se ha ofrecido a planchar los pañuelos de los compañeros para ir todos de bonito. Lo que Celedón no consiga...
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