Para los que no tenemos creencias, la democracia es nuestra religión. Lo dejó muy bien dicho Paul Auster. Sucede que algunos de quienes pensamos igual hemos estado esta semana a punto de perder la fe democrática, disculpen el oxímoron. El “corrupto tú” de las Cortes españolas resulta ya obsceno para quienes tenemos un ápice de memoria y de conciencia, así como dañino para el sistema de representación política que sustenta una convivencia que en parte de la UE se quiere blindar de migrantes con campos de concentración a las afueras. Sin cámaras de gas, dicen.
Comenzando por el Congreso, a Sánchez se le puede reprochar con toda legitimidad que permitiera a su pareja bordear la legalidad con ciertas prácticas profesionales faltas de estética para la cónyuge de un presidente de gobierno. Y también que tardase en asumir la gravedad de las pingües andanzas de Ábalos, a costa y a cuenta de las mascarillas en el marco de una pandemia nada menos, cuando integraba su núcleo de confianza tanto en el PSOE como en el propio Ejecutivo. Pero en este caso Sánchez acabó por cortar por lo insano –permítanme la licencia–, pues Ábalos agota sus días como diputado del grupo mixto despojado de militancia, con una contundencia nunca vista en el PP. De hecho, en el PP se ha visto justo lo opuesto, desde el montaje de la llamada política patriótica a la destrucción a martillazos del material informático del extesorero Bárcenas al fin de obstaculizar la acción de la Justicia. Para acabar en el desalojo sumario de Casado al frente del partido por afear los tejemanejes fiscales del novio de Ayuso, que así llegó a regentar Génova el mismo Feijóo que ahora exige a Sánchez su dimisión por corrupto. Mientras a Zaplana le caen diez años por comisionista con tarjeta del PP.
La democracia conlleva la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás, como constató Churchill, aunque no en materia de corrupción acreditada ni cuando se mancillan los Derechos Humanos. Si no fuera poca su mortífera vulneración en Gaza y Líbano por Israel, la mandamás de la otrora humanista Europa recomienda abrir centros de deportación de migrantes fuera de la UE, en réplica por Von der Leyen del modelo Meloni de cárceles externalizadas para según qué extranjeros. El Viejo Continente en las garras del retrógrado eurocentrismo colonialista en lugar de una gestión colegiada de los flujos africanos en huida del hambre y la guerra, con una apuesta en paralelo por la contratación en origen de mano de obra ya indispensable.
Como contrapunto, en el país de los vascos median crecientes diagnósticos compartidos con aproximación a soluciones de amplio espectro desde la mayoría hegemónica que conforma la alianza sociojeltzale como entente de centralidad pragmática y transversal. Así ha ocurrido con las ordenanzas fiscales de Gasteiz tras la suma de Bildu a un ejercicio responsable por lo impopular de subir impuestos. Va a tener razón Voltaire cuando sentenció que “la democracia sólo parece adecuada para un país muy pequeño”.