Tiempo de carvanal, el carnem levare de la tradición católica, que prescribe el abandono de la carne en Cuaresma. Pero la mayoría haremos mejor en atender a otras teorías que datan sus orígenes 5.000 años atrás entre los pueblos sumerio y egipcio como una gran fiesta pagana, en un caso para expulsar a los malos espíritus de las cosechas y en el otro para invocar la fertilidad humana. Desinhibición frente al pudor religioso. Para qué queremos más. 

Es momento por tanto de liberación lúdica con un punto sano de desenfreno, también en el marco de los 126 carnavales rurales de Araba catalogados como patrimonio inmaterial en 2015. Un periodo óptimo para reivindicar la alegría de vivir y una perspectiva optimista de la existencia, aun desde la asunción de las adversidades que nos aguardan lo mismo que otras quedaron atrás. Lo que se dice ver el vaso medio lleno cuando no lo tengamos rebosante. Sencillamente porque nos conviene, al resultar la confianza en las propias capacidades nuestra principal aliada. La positividad alarga la vida, está demostrado. Como que rebaja los niveles de sufrimiento y dolor igual que eleva el bienestar físico y no digamos el psicológico, para una mejor salud –sobremanera cardiovascular– y una mayor resistencia a la depresión y el estrés. Me cuentan –y me lo voy a creer por si es cierto– que el pensamiento positivo también se entrena. Con notorios beneficios incluso para los cenizos de guardia. El autoadiestramiento consiste primero en identificar nuestras áreas de progreso con una correcta secuenciación, priorizando las tareas urgentes, para en paralelo consolidar una autoevaluación constante pero con un diálogo interno condescendiente. Luego ya nada como agregar a un estilo de vida saludable gente alrededor de la que suma. Fuera los ladrones de energía. 

Si lejos queremos la negatividad propia y ajena, siquiera porque anticipa escenarios catastróficos, no menos perniciosos resultan tantos y tantas ególatras a tiempo completo revestidos de sapiencia tuitera y cuya vanidad desparramada en redes sociales transfieren a las relaciones interpersonales. Narcisistas necesitados de aprobación que mezclan conceptos robados y las tendencias del instante –unas y otras memorizadas con fruición– para recetar soluciones infalibles en un ejercicio de ostentación banal. Tiempo para glosar la autenticidad cimentada en la sencillez –no confundir con simpleza– de todas esas personas que crecen haciendo crecer, que lo hacen fácil para sí mismos y para los demás, desde la consciencia de que somos aspirantes permanentes en la rueda de la vida, con sus altos y bajos. Ejemplo inspirador.

Ese modelo de optimismo vital y de sencillez humanista lo tuve en casa hasta hace ahora medio año. Una suerte haber podido disfrutar de mi padre 53 años, como la de tantos coetáneos cuyos progenitores estaban hechos de la misma pasta. En medio de este gozoso carnaval, donde los disfraces albergan tecnología punta, brindemos por quienes nos dejaron las esencias como legado.