Sólo en el siglo XVII, Caravaggio, Rubens y Murillo nada menos pintaron la caída del caballo de San Pablo. Ya disculparán el tono bíblico –serán las fechas–, pero en los Hechos de los Apóstoles el evangelista Lucas jamás alude a jamelgo alguno en los tres tropiezos de Saulo camino de Damasco. Así que déjese de pedir al Pablo de apellido Iglesias que se caiga del corcel y le preste sin condiciones su yeguada a Yolanda Díaz en su cabalgar hacia Moncloa, más en concreto para reeditar Gobierno con el PSOE. Primero porque la secular metáfora paulina resulta una absoluta invención y segundo porque el sumo pontífice de Podemos nunca perdonará a la nueva sacerdotisa de la izquierda plural, a la que detesta por traidora. 

En efecto, Díaz le ha levantado el dedo corazón a quien hace dos años la designó digitalmente como su sucesora al frente de Unidas Podemos. Y lo ha hecho a conciencia. Para empezar porque, como ha proclamado, su condición para erigirse en primera presidenciable española es no someterse a las tutelas de ninguna organización hegemónica. Lógico en el contexto de un movimiento ciudadano transversal concebido más como una agrupación de electores, al margen del revestimiento jurídico que a la postre adopte. De ahí la negativa a un pacto bilateral de salida con Podemos para primarias abiertas y la invitación a una decena de marcas en el lanzamiento de un espacio de vocación integradora. Abierto también por tanto a quienes se replanteen su militancia tras unos comicios municipales, forales y autonómicos de mayo que pintan a Podemos de un morado acentuado por el costalazo –este sí digno de San Pablo– que augura la variada demoscopia. 

Se trata de movilizar para las generales en Sumar todo lo que resta ya Podemos. O lo que quede tras purgas y deserciones, con Madrid como foco de la autodestrucción. Contra ese cainismo aflora Díaz, señalando a los adversarios políticos en vez de a los discrepantes ideológicos mediante una actitud constructiva sobre propuestas frente al exabrupto que nutre al antagonista y activa a su parroquia. El argumentario de Sumar puede conectar con un amplio nicho social si lamina el ruido, sirvan de muestra la atención de demandas de alcance como la igualdad, la justicia fiscal, la limitación de precios, el aumento del parque de alquiler asumible, los cuidados como eje de los servicios públicos o la sostenibilidad natural y rural. Un programa soportado sobre la praxis de Díaz en materia de salario mínimo y los ERTE. 

En lo que no cabe enmienda es en la renuncia de la izquierda a la izquierda a confrontar con el PSOE, un binomio de adición para rellenar todos los huecos del dique contra la alianza PP-Vox sellada en Castilla-León. Por eso Sánchez y Díaz forman un ticket de facto ya engrasado en el vodevil de Tamames. Parafraseando a otro Pablo, Milanés en este caso, Pedro quisiera que Yolanda fuese eterna. La paradoja radica en que hubiera dimitido de fracasar la reforma laboral. El PP, vía Casero el zarpas, la salvó.