Desconozco lo que deparará el destino al Baskonia en los dos partidos de Euroliga en los que se jugará estar o no presente en el play off, pero tengo claro que, sea cual sea el desenlace, el equipo ha hecho un temporadón. Pese a que el conjunto gasteiztarra se ha merecido sobradamente estar en la fase de eliminatorias, el formato del torneo es el que es y los resultados de los dos últimos compromisos determinarán si el esfuerzo y los méritos del Baskonia tienen premio o, en el más cruel de los casos, se queda con la miel en los labios. Sin embargo, creo que los aficionados baskonistas son plenamente conscientes de que se consiga o no terminar en el Top 8 el año ha sido para enmarcar. El Buesa Arena, que al igual que el equipo no había logrado recuperar la chispa desde la pandemia, ha vuelto a sentirse identificado con un plantel con el que comparte valores y esa entrega que siempre se exige a quien viste la camiseta azulgrana, sin importar su nombre. Si a eso se le suma un baloncesto vistoso, actuaciones individuales memorables y noches mágicas como las visitas del Maccabi, el Madrid, el Efes, el Valencia o el Fenerbahce, el balance es fantástico. Peñarroya y sus 13 pupilos ya tienen lo más difícil, que es la admiración de su gente, pero, conociéndolos, no se conformarán hasta ponerle la guinda.