En menos de doce horas, Pere Aragonès pasó de decir que el papel de su descuajeringada formación estaba en la oposición (se supone que el suyo también) a anunciar que se retira de la primera línea política.
Acostumbrados a ver a náufragos aferrados a la poltrona que sea, le honra al president en funciones que se haga a un lado. Otra cosa es que no le quedara más remedio, después de haber protagonizado una sucesión de pifias que no podían haber acabado más que con la humillante debacle de la candidatura que encabezaba.
Se diría que ERC no conoce su propia historia, que desde 1977 es una montaña rusa infinita. Ha pasado sin solución de continuidad de la irrelevancia a ser llave de gobierno o a liderarlo, como ocurrió en 2021.
Ahora todo indica que ha vuelto a comenzar uno de esos periodos de cuesta abajo para los republicanos, atrapados en el dilema de elegir entre arsénico o cicuta.
Lo malo o lo peor
Cualquier decisión que tomen supondrá un nuevo bocado. Propiciar un gobierno de Illa resultaría imperdonable para una parte de los fieles que no les han abandonado. Dejarse arrastrar a ese ejecutivo “coherente” en requeteminoría que solo es capaz de ver Puigdemont sería un billete a la progresiva fagocitación por parte de Junts.
La otra opción implicaría, si cabe, un suicidio más rápido. Si la decisión es mantenerse en el bloqueo y provocar la repetición electoral, los 20 escaños del domingo pueden perfectamente ser la mitad en octubre, fecha orientativa de la posible vuelta a las urnas.
En cuanto a Junts, ya definitivamente convertida en plataforma personalista del president expatriado, la dulzura del gran ascenso de anteayer se torna amargor al enfrentarse con la realidad.
Diga lo que diga el ahora residente en Catalunya Nord, los tozudos números certifican que el soberanismo ha regresado a números de mucho antes del procés. Escribía ayer Enric Juliana que Junts vuelve a ser Convergència. Y suena bastante verosímil.
Y respecto al indiscutible ganador de los comicios, Salvador Illa, queda por ver si podrá traducir el triunfo en la presidencia de la Generalitat. Hombre paciente, el líder del PSC quizá lo deje estar hasta el otoño. No tiene tanta prisa.