EMPEZARÉ alegrándome de que la primera de las etapas del Tour que pasan por Euskal Herria se haya podido disputar con total normalidad y en un ambiente de contagiosa emoción. Espero y deseo que sea la tónica de las jornadas que restan. Ha quedado demostrado que una parte muy importante de la ciudadanía de este país no perdonaría a quienes le reventasen un acontecimiento que, sin ánimo de exagerar, va a dejar huella en sus vidas.
Y a partir de ahí, las líneas que me quedan son para denunciar el acoso brutal que tanto los sindicatos como la plataforma pretendidamente asindical de la Ertzaintza están practicando sobre periodistas y personal del Departamento de Seguridad, incluyendo cargos sin el menor perfil político.
Teniendo la memoria reciente de los señalamientos de “enemigos del pueblo” en pasquines pegados por las fachadas de nuestros pueblos, resulta inaudito que ahora sean algunos de quienes los sufrieron en su condición de ertzainas los que estén calcando la estrategia de intimidación matonil.
Es particularmente sangrante el caso de Xabier Lapitz, en quien los abusones hasta ahora impunes -tipos cuya profesión es proteger a la sociedad- han concentrado su inquina. A la difusión de insultos de grueso octanaje y fotomontajes faltones de nula gracia, siguió la exigencia del sindicato Esan a EITB de despedir al conductor de En Jake.
Como guinda, un incontrolado de paisano amenazó a Xabier en plena calle, antes de salir corriendo cuando el periodista sacó el móvil para fotografiarlo. Todo, en medio de un silencio cómplice de buena parte de mi gremio y sus asociaciones profesionales.