Aviso a navegantes

– En cuestión de avisos a navegantes atribulados, pocos como la portada de ayer de ABC. Sobre una imagen de Cuca Gamarra, Alberto Nuñez Felijóo y Dolors Montserrat, un titular a modo de gigantesco dedo acusador: “El PP ya ha perdido 15 días de precampaña en sus enredos con Vox”. En román paladino, “Alberto, céntrate, que nos comen la merienda los socialcomunistas y se nos pasa el arroz para abolir el sanchismo el 23 de julio”. Ya abundaré en detalles en la sección correspondiente el próximo sábado, pero puedo adelantarles que el vetusto diario no es el único medio cercano a Génova que está echando las muelas ante el psicodrama de los pactos, no-pactos, gilipactos o semipactos con los abascálidos. Con las felices que se las prometían después del tsunami azul del 28 de mayo, ahora resulta que las cuentas de la lechera empiezan a fallar por donde menos se esperaba. O por donde menos esperaban quienes creían que el desalojo de Sánchez era la simple suma de la derecha de turrón blando y la de turrón duro.

A Vox se la bufa

– Esa ensoñación, compartida por la diestra mediática y política, se basaba en la falacia de que había dos formaciones que perseguían el mismo fin y aparcarían sus pequeñas diferencias de matiz en aras de concretarlo. Tararí que te vi. Como ha ido quedando claro en cada negociación (fructificada o no), a Vox se la bufa terminar con Sánchez y, como paso previo, con los gobiernos locales socialistas. Su guerra (“cultural”, tienen los bemoles de llamarla) es, a la vez a corto y largo plazo. En el largo, aspiran a ser ellos los que, como en Italia, lleguen al poder cuando toque con su propia marca y su agenda trituradora de derechos sociales. En el corto, lo que quieren es pillar cacho a toda costa y colocar a sus cruzados en cuantos cargos institucionales sea posible. Ahíle han dado un sablazo de escándalo al PP, que lleva todo este tiempo, como le afea ABC, ejerciendo de pagafantas de la extremísima derecha.

Guardiola claudica

– Y la cuestión es que parece que, en lugar de poner pie en pared y dejar claro quién es Tarzán y quién es Chita, Feijóo ha obligado a doblar la cerviz a la única baronesa territorial que había tenido redaños a negarse a comulgar con la rueda de molino de pactar con los chiquilicuatres de Abascal. Da entre vergüenza y pena que, después de las verdades del barquero que soltó sobre la panda de carcas que la chantajeaban, la aspirante del PP a la presidencia de Extremadura, María Guardiola, se humille a sí misma admitiendo que, bueno, ya si eso, pactará con Vox, “un partido constitucional”.