Ha escogido una novela difícil de llevar al cine, según dijo.
—Sí, ha sido difícil, la verdad, porque es casi un ensayo, es más que una novela que cuenta cómo nos amamos y desamamos en el siglo XXI. Llevar eso a la pantalla tiene una gran dificultad pero a mí siempre me han gustado los retos y en cada película me gusta buscar el tono, la atmósfera y la forma que sea la mas adecuada para la historia que llevo entre manos.
¿Qué le atrajo de la novela?
—Me atrajo la historia que esté muy bien escrita por Isaac Rosa y es muy original el punto de vista y el contenido... Me pareció además muy emocionante y conectó con las ganas que tenía de hablar del amor y el desamor en mi próxima película.
El trabajo anterior fue Varados, un documental sobre la vida de los refugiados en campos de larga estancia. Siempre escoge proyectos con una intención…
—Sí, con una intención diferente en cada película, pero siempre procuro hacer un cine que nos haga reflexionar desde la emoción. Porque tengo la premisa de que todo aprendizaje produce la felicidad del conocimiento y el cine posee la capacidad de emocionar. Por eso elijo temáticas que me permitan aprender para poder mostrarlas a través de la película, de modo que el espectador transite por las mismas emociones que yo vivo cuando preparo una película.
Ha recibido un buen número de premios. ¿Se siente reconocida?
—Si. Me siento reconocida y respetada. Es muy bonito. Ha sido una suerte que desde mi primera película el reconocimiento me ha venido en forma de premios en el extranjero pero también desde el inicio la repercusión de mis películas en mi tierra ha sido muy grande.
¿Cómo siente que ha evolucionado su cine desde Yoyes a Varados, pasando por Nagore o La buena nueva?
—No he tenido un recorrido fácil. Cada película me ha costado muchísimo poder ponerla en marcha, sobre todo desde el punto de vista de la financiación. Sin embargo, puedo decir que en cambio he podido hacer cada película en completa libertad y como creía que debía hacerla tanto desde el punto de vista de contenido como desde la narrativa y estética audiovisual. Parece que lo de cine honesto es coincidente entre los analistas de mi trayectoria y lo cierto es que si me ha preocupado y me preocupa mucho ser honesta con la verdad en el tratamiento de cada tema y en su adecuación al lenguaje cinematográfico.
¿Ha conocido una época mejor que esta para el cine que se hace en Euskal Herria?
—Creo que es un momento fantástico para el cine vasco y que ha crecido en el momento en que las minorías han sido apoyadas institucionalmente con medidas de acción positiva. Fíjate en el cine en euskera o el cine dirigido por mujeres, qué maravilla, de repente ha habido títulos como Loreak, Irati o Akelarre (que coprodujimos nosotros) o Cinco lobitos y ahora 20.000 especies de abejas, películas de calidad rodadas en euskera y/o dirigidas por mujeres que han estado en los festivales internacionales más importantes y cuentan con el apoyo del público. Esa puerta al cine de calidad hecho aquí debe animar a las nuevas generaciones a ir a las salas de cine para conocer estas nuevas y emocionantes historias que estamos preparando los y las cineastas vascas.