Javier Milei es un patán de proporciones cósmicas. Uno entre millones, si no fuera por el nada pequeño y muy ilustrativo detalle de que es el presidente de la República Argentina gracias al voto mayoritario de sus compatriotas.

Ahí tenemos un retrato a escala de la gangrena instalada en la realidad política mundial del siglo XXI: personajes burdos, zafios y –lo peor– peligrosos como este individuo pueden llegar a la más alta magistratura de un país no a través de un golpe de Estado sino en virtud de las reglas del juego democrático. Trump, Bolsonaro, Orbán, Georgia Meloni, o, fuera de concurso, Putin son otros ejemplos de mandatarios letales que deben su poder a las urnas.

El PP se retrata

Así que, pocas bromas con este tipo de tiranuelos y tolerancia cero hacia quienes, como es el caso reiterado y con refocile de Vox, les bailan el agua y los presentan como ejemplos del tipo de régimen que aspiran a implantar.

Siendo una faltada inadmisible y un motivo para abrir una crisis diplomática, que el fulano calificara como “corrupta” a la esposa del presidente del Gobierno español en un akelarre fascistoide en Madrid es casi cuestión menor al lado del contexto general y de las pobretonas reacciones que ha provocado la bocachanclada.

Ya no es solo que los abascálidos hayan demostrado que todavía tienen margen para el desbarre y que buscan cada día la superación de su carácter ultramontano, matonil y profundamente antidemocrático fichando como agitador al mamporrero Milei. Eso casi lo damos por amortizado.

Lo más grave es que, ante una oportunidad de oro para desmentir el perfil extremista al que se ha hecho acreedor, el Partido Popular haya optado por aprovechar el viaje para cargar contra el PSOE, y, más concretamente, contra su bestia negra, Pedro Sánchez.

Con lo fácil que habría sido imitar a Zapatero cuando le paró los pies a Chávez por meterse con Aznar, los de Núñez Feijóo se han apuntado en masa a tachar de victimista a Sánchez, dejando caer, de paso, que cuando el Río de la Plata suena, agua lleva.

Pésima política de comunicación, por lo demás, porque de este envite Génova ha salido palmando claramente frente a Ferraz.