Quién nos iba a decir a los que llevamos un rato en esto que llegaría un día en que la crónica política vendría marcada por los programas televisivos que mezclan colorín con tres chispazos de actualidad servidos con sifón. Pero ahí lo tenemos: esta precampaña no se juega en los mítines sino en los platós de tronío. Y ayer tocaba vis a vis de hiel entre Ana Rosa y Pedro Sánchez. Hagamos recuento de las glosas en la prensa de orden.
Bueno, no en todas las cabeceras. Que esto de emporios mediáticos. A La Razón, que es de Atresmedia, lo que pase en Mediaset le resbala. Ni una línea en el diario azulón. A cambio, en ABC, llega a haber editorial para echar las muelas porque en la entrevista Sánchez dijo no sé qué de las encuestas de la santa casa: “Que en un programa de máxima audiencia un presidente del Gobierno acuse a medios de comunicación como este periódico de incumplir la ley supone rebasar una línea inédita incluso para Sánchez. La decidida intoxicación de la opinión pública y el ejercicio de intimidación que entraña es una práctica insólita que no encuentra precedentes en más de cuarenta años de democracia”. Primer aviso.
"Cree el ladrón que todos son de su condición. A Sánchez no le gustan las encuestas que aciertan cuando él va a perder"
El segundo lo firma el columnero Alberto García-Reyes, también encabritado por la carga de profundidad de Sánchez sobre los sondeos que no le dan ganador: “Cree el ladrón que todos son de su condición. A Sánchez no le gustan las encuestas que aciertan cuando él va a perder. Su canon es el tres estrellas Michelin Tezanos, que no ha dado una en los últimos cien sondeos pagados por todos los españoles. ¿De quién depende el CIS, eh, de quién depende? El sectarismo es una disfunción mental que consiste en imponer como verdad incontrovertible la opinión del aquejado. Todo el mundo ve la dolencia menos el doliente. Y no se ha descubierto aún pócima alguna para curar ese delirio”.
"Si Sánchez no fuera Sánchez aceptaría su mejor apodo: Perrosanche"
En El Mundo, Emilia Landaluce va por otros derroteros, aunque lo más destacable de su parrapla es que la opinatera ha sido capaz de colar uno de los motes del entrevistado: “La periodista le replicaba bien, sin ironías ni baboseos, a lo que Sánchez le contestó como solo lo hacen aquellos a los que se les desenmascara: «Ana Rosa, usted y yo tenemos una ideología en las antípodas», como si la verdad y la mentira tuvieran ideologías. Y Ana Rosa se encogió de hombros porque ella también le pega a Abascal cuando toca. Si Sánchez no fuera Sánchez aceptaría su mejor apodo: Perrosanche. ¿Otra burbuja?, ¿una ampolla? Él dirá que lo de identificarle con un perro es deshumanizarlo, pero ya es una broma”. Ahí lo tienen: Perrosanche.
Eso era el aperitivo. Unas páginas más adelante, el diario de Unedisa trae un artúclo tamaño sábana firmado por Gabriel Tortella. Ya desde el comienzo es una bofetada a dos manos: “Viendo al presidente Pedro Sánchez por la televisión, con cara de no haber roto un plato en su vida, renegando de todo aquello de lo que alardeaba hace poco más de un mes, uno no podía sino evocar a Lady Macbeth, reina de Escocia en la tragedia de Shakespeare, frotándose las manos en el vano intento de borrar la sangre que las manchaba. Cierto es que Sánchez no ha cometido ningún delito de sangre; no tiene las manos ensangrentadas. Pero también lo es que ha pactado, e incluso compadreado, con gentes que sí tienen las manos ensangrentadas, y mucho. Últimamente ha tratado de hacernos olvidar su intimidad con los filoetarras de Bildu, y adoptado al respecto la clásica actitud de si te he visto, no me acuerdo”.
En El Español, Armando Zerolo escribe no se sabe si la crónica o la crítica de la entrevista. En todo caso, Sánchez estuvo flojo, nos dice el amanuense: “Sánchez no ha entrado en su personaje. Puede que haya sido virtud de la entrevistadora lo de cortarle y no dejarle lanzar sus mensajes electorales, aunque yo hubiese preferido que sacase de él a la persona que se esconde detrás del actor. Algo así como Resines, que siempre hace de Resines. Eso me gustaría haber visto en la entrevista, al actor que abandona por un rato al personaje y hace de sí mismo”.
También Juan Soto Ivars ejerce en El Confidencial de despanzurrador de la entrevista. O, según su metáfora, de la visita de tía y sobrino: “El primo díscolo Pedro Sánchez había ido a visitar a la tía Ana Rosa para discutir su herencia. Y la cosa fue como todas las discusiones por la herencia entre un pariente que no suele prodigarse con las visitas y una matriarca que tiene bastante clara la situación general, pero no puede ser totalmente destructiva, por el bien de la familia. A diferencia de otras entrevistas recientes, Ana Rosa ocupaba en ese punto intermedio entre el periodismo y la prensa rosa, entre lo profesional y la chabacanería con el que medirse con Sánchez en cierto plano de igualdad”.
Con menos sutileza, Ramón Pérez-Maura señala a Sánchez en El Debate como un mentiroso: “Sánchez estiró un poco más el chicle ayer con Ana Rosa. Cuando ella le afeó tantos «cambios de opinión» usando sus propios términos, él replicó directamente: «Yo no he mentido». Le traicionó su subconsciente. Porque lo que esa respuesta ponía de manifiesto es que cuando él se inventó la metáfora «cambios de opinión» lo que estaba haciendo era tapar sus mentiras. Y ahora hay que repetir una y mil veces que él no ha mentido”.
"Que Sánchez es un mentiroso no es un hecho opinable, sino una verdad contrastable"
Y si quieren otra versión de la misma acusación, aquí tienen la de Guadalupe Sánchez en The Objective: “No cabe duda de que Pedro Sánchez se ha convertido en uno de los grandes exponentes del populismo europeo contemporáneo, pues ha sublimado la mentira hasta el punto de ser capaz de negarla mientras la pronuncia. Que Sánchez es un mentiroso no es un hecho opinable, sino una verdad contrastable”.