Especie de Terminator - Mientras empieza a parecer que no habrá Feijooismo, la diestra sigue venga y dale con la derogación del sanchismo. ¿Y qué es el sanchismo? Pues vamos con varias versiones. La primera, a cargo del opinatero de El Confidencial Rubén Amón: “El sanchismo es la subordinación de la política, de la ética y de las lealtades a un proyecto estrictamente personal. Y señala una personalidad narcisista y arrogante que localiza a su autor lejos de toda empatía social y de cualquier dimensión sensible. Una especie de Terminator es Sánchez”.

Interés político personal - Jorge Fernández Díaz, señor de la Kitchen, de la policía patriótica antisoberanista y columnero de La Razón, se desliza por la misma liana: “El sanchismo no define un tiempo, sino una forma de entender la política no como un servicio al bien común, sino como servicio a su interés político personal. En Sánchez la mentira no existe, ni tampoco la verdad, camuflada por numerosos «cambios de postura» respecto a las comprometidas con anterioridad, con la particularidad de que todos esos cambios son concesiones debidas para satisfacer a su interés supremo de seguir en La Moncloa”.

Manual de resistencia - También en el diario azulón, con menos vitriolo, Sandra Golpe apunta su propia teoría en forma de pregunta: “Señor presidente, ahora que vuelve a pisar todos los platós que antes había evitado, me dirijo a usted: si tanto le horroriza el término «sanchismo», ¿qué nombre le ponemos los periodistas a esta manera genuina que ha tenido de gestionarnos, manual de resistencia en mano? No hay antecedentes, por mucho que evoque a Suárez y a González”.

Asco y no odio - En El Debate, el siempre hiperventilado Antonio R. Naranjo lanza su hipótesis volviendo el concepto por pasiva. En lugar de sanchismo, pone sobre la mesa su antónimo. Ojo, que el final va en alto: “ Sánchez entiende perfectamente el «antisanchismo», que se huele porque es una segregación natural de sustancias del cuerpo humano al contacto con la mentira y el dolor, pero lejos de intentar repararlo juega a criminalizarlo, deshumanizando a todo aquel votante adverso que detecte. (…) Porque Sánchez ya no da miedo ni suscita odio: es asco, presidente, lo que usted provoca. Ylamento decirlo así, pero no se me ocurre una fórmula más elegante de definirlo”.