Quién le iba a decir a aquel Pedro Sánchez que pasó de concejal a diputado sin frase en el Congreso que, andando el tiempo, se hablaría de sanchismo y antisanchismo… en referencia a él. Pues ahí lo tienen, tal cuestión es estos días el gran entretenimiento de los amanuenses diestros, que proponen sus definiciones sobree lo que o deja de ser el concento.
"El sanchismo no define un tiempo, sino una forma de entender la política como servicio a su interés político personal"
Jorge Fernández Díaz, alias señor de la Kitchen, apunta la primera hipótesis sobre el término de moda en La Razón: “El sanchismo como decimos, no define un tiempo, sino una forma de entender la política no como un servicio al bien común, sino como servicio a su interés político personal. En Sánchez la mentira no existe, ni tampoco la verdad, camuflada por numerosos «cambios de postura» respecto a las comprometidas con anterioridad, con la particularidad de que todos esos cambios son concesiones debidas para satisfacer a su interés supremo de seguir en La Moncloa. «El fin» –la «estabilidad institucional», como define a ese interés superior suyo– «justifica los medios», todos sus cambios de postura, para complacer a sus socios y aliados, como le han recordado por ejemplo, Rufián y Otegi. Todos con el común denominador de ser la ultra izquierda comunista; separatistas convictos y confesos (por sedición desde las instituciones) o la marca política de ETA”.
En El Confidencial, Javier Caraballo lo explica en pasiva: “Pedro Sánchez dobla su apuesta: si no quieres sanchismo, dos tazas. Entre todo lo insólito que se va acumulando en la carrera política de Pedro Sánchez, tenemos que anotar ahora esta última estrategia electoral, tan arriesgada que a algunos les puede parecer chulesca o engreída. Dejémoslo en desafiante. Si el problema del PSOE en las elecciones municipales y autonómicas fue el ‘tsunami antisanchista’, como lo denominaron los propios damnificados del PSOE, los que perdieron su cargo por la influencia ajena del presidente, la contestación de Pedro Sánchez a ese fenómeno ha sido doblar la apuesta, reivindicar el sanchismo”.
"El sanchismo es la subordinación de la política, de la ética y de las lealtades a un proyecto estrictamente personal"
Como no ha quedado claro, en la misma cabecera, Rubén Amón nos ofrece no una sino varias definiciones: “El sanchismo es la subordinación de la política, de la ética y de las lealtades a un proyecto estrictamente personal. No ha dudado Pedro Sánchez en aniquilar a sus costaleros para sobrevivir él mismo, como tampoco ha tenido problemas en desmentir con desparpajo y descaro sus promesas electorales. Nunca pactaría con Bildu ni arbitraría los indultos. Jamás despojaría de contenido penal los delitos de malversación y de sedición. El sanchismo implica una degradación de la ética política. Y señala una personalidad narcisista y arrogante que localiza a su autor lejos de toda empatía social y de cualquier dimensión sensible. Una especie de Terminator es Sánchez, sin necesidad de improvisar un estudio psicológico o psiquiátrico que tantos adversarios han convertido en diagnóstico”.
En The Objective, a vueltas con el palabro, Román Cendoya no tiene empacho en manipular un declaración literal del propio Sánchez al respecto: “A la pregunta de Pablo Motos sobre qué es el sanchismo contestó: «Sanchismo es una combinación de tres cosas: de mentiras, de maldades y de manipulaciones» (sic). Ni más, ni menos. Por fin una verdad. Nadie mejor que Sánchez podía definir con tanta precisión y exactitud qué es el sanchismo. (…) Todo el mundo sabe que para que sea cierta la frase «La mejor España» tiene que desaparecer el sanchismo. O sea, él tiene que salir de la foto y de La Moncloa”.
En el mismo medio, José Rosiñol insiste, y también mete en la ecuación al todavía inquilino de La Moncloa: “¿Quién mejor que Sánchez para interpretar la mejor actuación de eso llamado el sanchismo? Hay que reconocer que en lo suyo es bueno, es muy bueno. Él habla de su libro, practica un hieratismo envidiable, no le importa quién esté delante, quién le interpela, quién le ría las gracias, quién le afea su discurso. Tiene un objetivo y utilizará todas las trampas e imposturas dialécticas que haga falta para alcanzarlo”.
"Sánchez ya no da miedo ni suscita odio: es asco, presidente, lo que usted provoca"
Y la última, que esto empieza a ser ya cansino, a cargo de Antonio R. Naranjo en El Debate y con final en alto: “Sánchez entiende perfectamente el «antisanchismo», que se huele porque es una segregación natural de sustancias del cuerpo humano al contacto con la mentira y el dolor, pero lejos de intentar repararlo juega a criminalizarlo, deshumanizando a todo aquel votante adverso que detecte. (…) Porque Sánchez ya no da miedo ni suscita odio: es asco, presidente, lo que usted provoca”.