La ciudad, pongamos nuestra Vitoria-Gasteiz, será inteligente si los individuos que la conforman se conducen como tales. En especial quienes la dirigen, en su calidad de tractores de una comunidad responsable y solidaria. Protagonizamos por tanto todos y todas un proyecto colectivo y coordinado para una ciudad vivible, equitativa e integradora de personas y de servicios.

Un verdadero ecosistema sustentable y humanista sobre la base del equilibrio que caracteriza la neutralidad climática. Desde la premisa de la sostenibilidad medioambiental, a partir de la eficiencia en la movilidad y en la generación y tratamiento de los residuos por la sociedad en su conjunto, se trata de profundizar en una gestión sabia de los espacios públicos, tanto residenciales como dotacionales, así como de tránsito peatonal, viario, ferroviario y ciclista. En suma, un movimiento green transversal que consolide una dinámica de futuro constructivo, cimentada en una planificación garantizada por la vía de los consensos de amplio espectro. De pasos cortos y mirada larga, aunque los beneficios de algunas iniciativas tarden en vislumbrarse, y en combate diálectico sistemático contra el negacionismo estúpido por acientífico, hasta criminal en última instancia.

Claro que la sostenibilidad urbana no cabe sin la económica, la social y la cultural. Un trípode sobre el que asegurar los recursos públicos necesarios para fomentar la competitividad armónica del Territorio con empresas pujantes y empleo de calidad, además de la cohesión ciudadana minimizando la brecha entre convecinos –para empezar digital–, a lo que agregar el desarrollo intelectual lo más homogéneo posible de una sociedad formada, con criterio propio también para elegir sus actividades de ocio cabal. Con la ayuda de la tecnología y de la inteligencia en su doble vertiente, artificial sí pero emocional por supuesto para innovar con empatía, sin dejar a nadie atrás. O intentándolo siquiera.

Siempre con el soporte de la ley en adaptación permanente, pues las normativas no deben mantener inercias sino procurar transformaciones que mejoren la existencia de los seres vivos hoy pero también de las generaciones venideras. Bien entendido que el planeta no es nuestro, solo lo habitamos algunas décadas y así tenemos la obligación ética de dejarlo mejor que como nos lo encontramos. Pensemos en verde y prediquemos con el ejemplo. Verde que te quiero green.

El autor es director de Diario de Noticias de Álava