Las monarquías europeas suelen estar ligadas unas con otras, unidas por lazos familiares del pasado y por cercanos enlaces reales que pretendían mantener el linaje y la nobleza de quien tiene sangre azul. Y aunque debemos remontarnos un tiempo para encontrar esas afinidades, no es difícil encontrar la conexión. Esto es lo que ocurre entre la familia Borbón y los Windsor.

Las relaciones entre la familia real española y la británica siempre han sido muy estrechas, ya sea por conveniencia, afinidad personal o por el hecho de compartir cierto parentesco, y es que, a falta de un término mejor, el rey emérito, Juan Carlos I, sería tataraprimo de la reina Isabel II de Inglaterra.

La reina Isabel II y el duque de Edimburgo junto a los reyes Juan Carlos I y Sofia en el aeropuerto de Palma de Mallorca. EFE

La amistad entre las dos familias es conocida, y así lo han demostrado las casas reales con el paso de los años, por ejemplo, con la primera visita oficial de los Reyes de España -Felipe y Letizia- a Reino Unido en 2017 o con la muerte del príncipe Felipe de Edimburgo, donde Felipe VI emitió un profundo pésame e hizo mención a las veces que se habían encontrado: "Querida tía Lilibeth: sentimos una profunda tristeza al recibir la noticia del fallecimiento de nuestro querido tío Philip. Nunca olvidaremos las ocasiones que pudimos compartir con él".

Tan solo hay un talón de Aquiles conocido y delicado en la relación de amistad entre los Borbones y los Windsors: el peñón de Gibraltar. Un motivo constante de disputas y de heridas hacia el orgullo patrio y que supuso el motivo principal por el que Juan Carlos y Sofía no asistieron a la boda del futuro heredero al trono británico. Los reyes de España no estuvieron en el enlace entre Carlos de Gales y Diana Spencer en 1981 porque iban a celebrar su luna de miel en el Peñón.

Lazos de sangre

Sin embargo, los lazos sanguíneos entre las dos familias reales les ha sabido mantener unidos pese a los posibles conflictos territoriales e intereses geoestratégicos. De esta manera, el cariñoso apelativo con el que Felipe VI llamaba a Isabel II, "tía Lilibeth", no se trata de un simple apodo, sino que ambos están unidos por lazos de sangre que se remontan al siglo XIX. 

Don Juan Carlos mantenía una relación de consanguinidad directa con la reina de Inglaterra por parte paterna. La abuela del rey emérito ‒casada con Alfonso XIII y madre de Don Juan‒, era nieta de la Reina Victoria, que a su vez también era la tatarabuela de Isabel II.

La reina Victoria de Inglaterra, apodada Abuela de Europa, tuvo nueve hijos con el príncipe Alberto, lo que le llevó a extender aún más el Imperio Británico, y que con los años llevó a que la práctica totalidad de las casas reales estén fuertemente emparentadas entre sí por los casamientos que se produjeron con sus vástagos.

De esta manera, la hija menor de la reina Victoria, Beatriz del Reino Unido, fue la madre de Victoria Eugenia de Battenberg, quien luego se casaría con el monarca español Alfonso XIII -quien marchó al exilio tras la proclamación de la Segunda República- y con quien engendraría seis criaturas, entre ellas a Juan de Borbón, el padre del emérito y abuelo de Felipe VI.