La cita es mañana en el Teatro Principal de Gasteiz y Carlos López Puccio está, en cierta manera, contento de sacarse la espina de las cancelaciones que se produjeron hace exactamente dos años. “Estábamos en San Sebastián cuando el mundo se paró. Íbamos hacia Bilbao y nos tuvimos que dar la vuelta y regresar a nuestro país. Ahora estamos felices de haber podido volver. Hemos estado en Pamplona y en Bilbao y ahora actuamos en Vitoria”, dice. Carlos es un hombre divertido que presume entre risas de melena y de tener un pelo que muchos otros hombres más jóvenes quisieran para sí. Es el más veterano de Les Luthiers y, sin duda, el que más canas luce. Combina los musicales de humor con la música clásica, dice no conocer mucho del reggaetón y no siente pasión por el tango, algo que es muy difícil que reconozca un argentino.
Es usted el veterano de Les Luthiers…
Sí, y no sé si lo lamento por la acumulación de años o me alegro por la acumulación de experiencias. Pero con años y con experiencias soy el veterano.
Quería ser como Von Karajan. ¿Ha superado no haberlo conseguido?
Ja, ja, ja… Creo que sí. Además, era muy joven cuando tenía ese sueño. Pienso que con los años habría cambiado de modelo. Estoy contento con mi vida y no tengo nada de lo que arrepentirme. He tenido una buena vida, no me voy a quejar.
¿Cómo equilibra hacer música con humor por un lado y música clásica por otro?
La música clásica fue una de las habilidades que me permitieron entrar en Les Luthiers. Como mi formación era académica, los demás consideraron que podía ser útil en la formación. Creo que en Les Luthiers pude aportar mucho desde mi experiencia en el mundo de la música. A pesar de estar en el grupo, pude seguir siendo músico clásico por mi cuenta y seguí trabajando como tal. He llevado una doble vida con mucha alegría.
¿Le es fácil cambiar de registro, ser serio en lo clásico y desmelenarse con el grupo?
Creo que me ha resultado fácil. Estoy en Les Luthiers desde muy joven y mi actividad como músico serio, entre comillas, se fue desarrollando simultáneamente. Aprendí a acomodar los tiempos, las tendencias, los valores, y me acostumbré a todos los ritmos. Por supuesto que hubo momentos complicados en los que tenía que optar por una cosa o por la otra, pero no fueron muchos. He acomodado bien los espacios de cada actividad para no sentirme infeliz.
Cuando se juntan varios músicos en un escenario puede haber una suma tremenda de egos. ¿Ha sido el caso de Les Luthiers?
Los hay, claro que los hay. Nosotros tuvimos la suerte o la sabiduría de poder repartir los roles. Pudimos utilizar las posibilidades de cada cual en pos de un objetivo común. Queríamos que el grupo siguiera, que avanzara, que a la gente le gustara el producto. Yo nunca me consideré actor. En Les Luthiers hay que ser un poco actor además de músico, hay que ser unas cuantas cosas. La predominancia actoral la tuvieron dos compañeros míos que ya no están: Daniel Rabinovich, y Marcos Mundstock. Ellos eran estrellas en el escenario.
¿Y usted?
Mucho más humildemente, por supuesto, era estrella, entre comillas, en lo creativo. Tenía cierta sabiduría musical. Claro que hay egos, y los hubo siempre, pero los convertimos en fuerzas útiles. Se lo aconsejo a todo el mundo.
Podía aconsejar esa conversión a los políticos que cada día se embuten en un traje hecho con egos personales.
Totalmente de acuerdo. Aconsejo a los políticos que hagan lo mismo. Estoy hablando de los políticos que conozco, tanto de los de mi tierra nativa, Argentina, como de los de una tierra querida y un poco adoptada, España. Sería tan bueno para todos que se pudieran deponer, aunque fuera un poco, las individualidades.
Parece que solo les interesa el poder.
Es posible, pero una persona que está luchando por una parcela de poder también puede ser un buen gobernante. Puede estar anteponiendo su individualidad a un conjunto de ideas. Ja, ja, ja… Estoy metiéndome en un terreno que no es el mío. Lo mío ahora mismo es la música con humor.
Y en política hay poco espacio para la música y mucho menos para el humor.
Quizá no incluyan la música y no incluyan el humor, pero en política sí hay espacio para ambas cosas. Sería necesario.
¿Qué es Viejos hazmerreíres, el espectáculo con el que están recorriendo Euskal Herria?
Es una antología de ocho o nueve piezas, obras de espectáculos anteriores que están reunidas con un eje conductor. Tiene mucho humor y cosas inteligentes. Trabajamos en un espectro muy amplio. Hay humor para niños y también para un público muy culto, muy elevado y muy informado.
¿Un espectáculo de humor inteligente?
Pretendemos que lo sea, por lo menos en aquello que entendemos por humor inteligente, pero no me lo confunda con humor intelectual. Nosotros esperamos que la mayoría de nuestro público salga del espectáculo de una forma muy divertida y entretenida. Queremos que pasen dos horas cerca de la felicidad, lejos de los avatares terribles de la vida cotidiana.
Avatares que en estos momentos son bastante terribles para algunas personas.
A medida que lo decía estaba pensando en los avatares internacionales, en lo tremendamente duro que es regresar hoy en día a la guerra, a la dramática estupidez que estamos viviendo.
Sus compañeros de Les Luthiers le tendrán mucho respeto, por eso de la edad...
Ja, ja, ja… Está Jorge Maronna que solo es dos o tres años más joven que yo. No puede vanagloriarse de ser demasiado joven. Los otros cuatro que están en el escenario y los que están fuera de él, fingen tenerme respeto.
Respeto a las canas, porque menuda melena luce usted.
Si fuera por las canas me hubiera granjeado ese respeto hace muchas décadas. Soy un canoso prematuro; creo que ya tenía estas canas a los treinta años. Basándonos en el respeto a las canas, aseguro que he sido muy respetado desde muy joven.
Canoso prematuro, pero sigue conservando el pelo, cuando muchos no pueden decir lo mismo.
Y doy gracias a la vida por ello. Es como una contrapartida: he sido canoso siempre y siempre he aparentado ser mayor de lo que soy, pero tengo más pelo que muchos que son más jóvenes que yo.
Comentaba que su vida y la de sus compañeros ha sido muy interesante. ¿Ha ligado usted mucho siendo parte de un grupo tan famoso?
Nunca hemos sido sex symbol ni nada por el estilo, ni apuestos galanes, pero por suerte hemos tenido lo nuestro. Ah, pero quiere una respuesta. Pues ahí va: medianamente sí, se ligaba. Alguna vez he podido tener la sensación de haber querido ser una gran estrella del rock, pero no era así. He ligado lo suficiente, no me quejo.
Hay quien dice que son ustedes en Argentina como los Beatles en Gran Bretaña.
Honestamente, nunca he oído una comparación de ese tipo, y bien lejos que estábamos de ellos. Posiblemente en durabilidad les hemos ganado por mucho, pero en éxitos perdemos ante ellos por muchos kilómetros. Tal vez un paralelo se podría hacer con los Rolling Stones, pero solo en cuanto a larga durabilidad. Dicho sea de paso, los Beatles me gustan mucho, siempre los he admirado.
Ahora está muy de moda el reggaetón. ¿Qué le parece?
El reggaetón escapa a mi conocimiento y sería un poco inadecuado que yo hablara mal de este tipo de música, pero de lo poco que he escuchado, declaro que no me interesa lo más mínimo.
¿Ha ido alguna vez a hacer psicoanálisis?
Por supuesto. Somos de una generación en la que el psicoanálisis freudiano estaba muy en boga. Sobre todo porque Argentina recibió una fuerte migración, sobre todo judía, germano parlante tras la Segunda Guerra Mundial. A los cuatro o cinco años de nuestra fundación tuvimos una crisis muy grande por la muerte del que fue uno de los fundadores, Gerardo Masana. Como estábamos en un ambiente muy psicologista decidimos ver a un especialista de grupos y terminamos estando algo así como veinte años en tratamiento. Aprendimos a superar las crisis como gente educada, no como invasores belicistas.
¿Qué significa el tango para usted?
Como he nacido en Argentina y he nacido en una zona especialmente muy de tango, forma parte de mi vida, de mis ancestros. Me gusta el tango, pero no tengo veneración por él. Tiene una connotación argentina inevitable. El sonido del tango es como el toro de Osborne en las rutas de España. Es un símbolo de identidad más allá de que yo lo cultive o no.
PERSONAL
Edad: 75 años (9 de octubre de 1946).
Lugar de nacimiento: Rosario (Argentina).
Formación: Se licenció en Dirección orquestal en la Universidad Nacional de La Plata en 1971.
Inicios: En 1969 fundó el grupo vocal Nueve de Cámara (1969-1979), que gozó de mucho prestigio entre los aficionados a la música coral de esa década. Pocos meses después ingresó a Les Luthiers como violinista, pero no fue considerado un integrante del grupo con plenos derechos hasta casi dos años después. Hoy es el miembro más veterano del grupo tras el fallecimiento de Daniel Rabinovich primero y de Marcos Mundstock después.
Galardones: En 2006 recibió el premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes en Argentina. En 2007 fue nombrado comendador de número de la Orden de Isabel la Católica, concedido por España. Diez años después Les Luthiers fueron galardonados con el premio Princesa de Asturias. Fuera de Les Luthiers, y además de su actividad como director coral, ha dirigido determinadas óperas, entre ellas, Orfeo y Eurídice, y ha sido director del Coro Nacional de Argentina y consejero del Teatro Colón.