Este lunes han comenzado los trabajos de restauración del reloj monumental de la torre de San Miguel que se prolongarán por espacio de 3 meses. El reloj ya ha detenido su marcha para dar inicio a las labores de desmontaje de las piezas que serán trasladadas a un taller de la ciudad donde se reproducirán los componentes que permitirá la restauración.
La empresa vitoriana Relojería Miriam-Hermanos Suescun es la encargada de acometer esta rehabilitación que el Ayuntamiento ha decidido llevar a cabo ante el “estado de desgaste que presenta el reloj y el riesgo de deterioro irreversible que presenta.
Por su relevancia histórica y patrimonial, su conservación es prioritaria al tratarse de un bien cultural emblemático de la ciudad”, explica Jon Armentia, concejal de Hacienda.
Los hermanos Pedro y Alfonso Suescun se encargan desde 1996 de poner a punto relojes como los de esta iglesia de Vitoria junto con los de San Vicente, San Pedro, Plaza España, centro cívico Iparralde, iglesia de San Cristóbal y colegio Samaniego.
Este de San Miguel, tiene de peculiar que “es de los más antiguos en funcionamiento y que es el único no fabricado en Vitoria”, detallaba con precisión Suiza el relojero Pedro Suescun en una antrevista con este medio días antes de la bajada de Celedón.
Los trabajos de restauración, por un importe de 30.250 euros, contemplan la fabricación de nuevos engranajes con materiales de mayor calidad, utilizando para ello técnicas de tallado del siglo XIX, así como la recuperación y aprovechamiento de una serie de piezas originales halladas recientemente. Además de incorporar estos elementos, el proyecto también plantea recuperar la decoración original del reloj.
Los hermanos Suescun son los encargados de una restauración que, cuando acabe, como desvelaba Pedro antes de La Blanca, “le cambiará su sonoridad porque a la media va a repetir la entera. Así, la gente sabrá la media de qué hora es”.
Larga historia
El reloj de la torre de San Miguel data de 1857 y fue fabricado por Tomás De Miguel en su taller de Madrid. Un reloj, como describió el fabricante en la propuesta que envió al Ayuntamiento, "fuerte y de buena construcción que marque las horas y minutos, con ruedas de bronce, piñones de acero, con su esfera de cristal raspado con su marco, cuyo disco sea de ocho pies de diámetro y su quinqué de reverbero para iluminarla”.
La última actuación para mejorar su estado se remonta al año 2.000, cuando la empresa encargada del mantenimiento realizó una serie de trabajos para hacer frente a la suciedad, óxido y desgaste de la maquinaria.