Será en diciembre cuando su agenda se detenga con la idea de tomarse un descanso. Hasta entonces, Rozalén sigue conquistando la escena. Este miércoles, ella es la gran protagonista de las tablas de los Fueros en estas fiestas de La Blanca.

Trabajar en plenas fiestas... 

–(Risas) A mí me parece un regalazo. A veces llegas a los sitios y no te da tiempo ni a hacer turismo ni a disfrutar lo que quisieras. Pero me acuerdo cuando era niña y soñaba con trabajar en algo que me permitiera viajar. Entonces, quieras que no, siempre sacas un hueco para darte un paseo por las calles, para comer rico... La verdad es que las giras, y más en verano, las disfruto mucho. No me da envidia ver las fotos de la gente en la playa (risas). El año que viene será cuando descanse y de envidia a los demás. Soy muy consciente de la suerte que tengo.

El teatro y la música

Entre el teatro y la música, es ver su agenda y asustarse. 

–Este año estoy teniendo muchas funciones por lo del teatro también. Es que este año llevo como unas ochenta funciones de Chavela. Soy de las que piensa que las artes se retroalimentan. Una cosa me descansa de la otra. Además, el teatro me está enseñando a muchos niveles. Creo, por ejemplo, que ahora en el escenario me muevo de otra manera. Todo lo que sea prepararte y aprender de gente profesional es muy positivo. Está siendo también interesante el hecho de hacer de otra persona, además de una mujer inimitable como Chavela Vargas. Los conciertos, aunque haya miles de personas delante, los siento como si estuviéramos en una sobremesa en la que yo os estoy cantando mi vida. Pero en el teatro tengo que jugar a ser otra persona, tengo que volver a ser niña y eso te abre muchísimo la mente y te hace crecer a diferentes niveles.

De todas formas, con lo bien que le va en la música, ¿para qué liarse más la manta a la cabeza? 

–Es verdad que el teatro es más precario, supone más esfuerzo, pero es que no todo en la vida es dinero. Esto es algo que a mí me está haciendo crecer muchísimo como artista y como persona. Muchas de las cosas de las que hago no tienen que ver con una recompensa económica. Tienen que ver más con un crecimiento espiritual y del alma. Por supuesto, la música es la que me permite vivir, pero mi manera de ver la vida tiene que ver con muchas cosas que son las que verdaderamente me anclan a la tierra y que me hacen dormir tranquila.

‘El abrazo’ es un disco que ha funcionado muy bien. ¿Le ha dado todo lo que esperaba de él? 

–Me ha dado demasiado (risas). Una siempre tiene sus miedos. El tercer disco, Cuando el río suena..., fue un petardazo y me pasaron muchas cosas. Ahí estaban La puerta violeta y Girasoles, llegó mi primera nominación a los Latin Grammy... En el siguiente, El árbol y el bosque, me llevé el Goya, llegó el Premio Nacional de las Músicas Actuales... Pero con éste siguen pasando muchas cosas. Es verdad que lo de los premios... bueno, es todo bastante subjetivo, pero me siento muy agradecida. Me dan galardones como si estuviera super consolidada aunque yo me siento siempre una recién llegada (risas). Ahora me encuentro con chicas de 20 años que me dicen: yo te escuchaba de niña. Y, de repente, soy una señora mayor (risas). Bueno, sí, claro, es una realidad. Con este disco creo que, el año pasado, fui la mujer con más entradas vendidas para conciertos. Eso es una pasada. Estoy todo el rato con el miedo de pensar que voy a aburrir a la gente. Pero es que hay una fidelidad que tengo que agradecer muchísimo. A veces se han agotado entradas sin que haya sacado un disco. La gente quiere venir. Así que no puedo hacer otra cosa que dar las gracias. Es cierto que hay mucho trabajo durante mucho tiempo, pero estoy alucinando porque parece que siempre estás en una subida.

Rozalén Patxi Cascante

¿Pero eso no es también una presión excesiva, el pensar que siempre hay que estar a la altura de esas expectativas?  

–Tengo todo el rato presente que esto no es una carrera de subida constante. La norma es que haya momentos de bajón. Hay muchos artistas a los que conozco que han estado muy arriba y, de repente, tienen que volver a salas pequeñas. En ese sentido, eso es algo que me da miedo por no ser capaz de darle trabajo a toda la gente que llevamos ahora. Pero yo he estado muchos años cantando con una guitarra en bares y en la calle. Cuando ahora voy a Latinoamérica, en muchos países es empezar de cero. La expectativa es algo que todos sufrimos, porque nunca queremos defraudar. Pero cuando las cosas las haces con mucha honestidad, aunque sea un camino más lento como es nuestro caso, acaba calando

El público

¿Le da pudor pensar en todas esas personas que no va a conocer nunca pero que se han apropiado para sus bandas sonoras vitales las canciones de Rozalén? 

–Eso es brutal. Es imposible pensarlo. A mí me dan muchos regalos en los conciertos. Lo guardo todo. Tengo cajas y cajas llenas de dibujos de niños. Y recibo muchísimas cartas. Las leo todas, no es un decir. Ahí la gente te cuenta unas historias tremendas. Es normal porque tocamos en nuestras canciones temas muy vitales, hablando de violencia machista, enfermedades, salud mental, memoria histórica... Cuando leo una de esas cartas, pienso: qué fuerte lo que esta canción significa para esta persona. Pero ya te digo que es mejor ni pensar en lo que me preguntabas. Si lo hiciera, igual me creería algo que no soy. Yo tengo la suerte de poder verbalizar lo que me pasa a través de la música. 

2026. ¿Descansar? ¿Olvidarse de la música? ¿Recuperar a la espectadora de conciertos y obras de teatro? ¿Se va a menter en la cama y no va a salir en un año? 

–Todo eso. Será el descanso de la guerrera (risas). Tengo el propósito de quitarme de redes sociales unos meses y quiero intentar no hacer nada, pero nada, ni siquiera en lo creativo. Pero vamos a ver lo que aguanto. Llevo como quince años de mucho, mucho, mucho trabajo. Las pocas veces que hemos parado, yo, en realidad, he estado componiendo. No me entiendas mal, estoy muy feliz de los últimos meses. Pero me siento al límite de cansancio, tanto emocional como físico. Este va a ser el primer parón a conciencia. Tocará crear, pero desde la calma, desde la no expectativa. Voy como sin pensamientos de nada, simplemente hay que parar. No solo lo pienso yo, sino también la gente que trabaja conmigo, mi manager, la discrográfica... Va a estar bien que la gente nos eche de menos. Quiero intentar parar.