“Amante de la música antes que músico”. Así se califica Gorka Urbizu, quien fuera líder de Berri Txarrak y ahora navega con éxito en solitario en un tono más sereno e íntimo, entre el pop y el folk. La definición ha cobrado fuerza en las últimas semanas, ya que mientras participa en festivales de verano, aprovechó para grabar dos canciones en los estudios Abbey Road, donde “se cambió la forma de grabar discos”, asegura el navarro, que ha utilizado un estudio y una instrumentación usada hace más de medio siglo por The Beatles o Pink Floyd. “Va a ser una ruina económica, pero nunca lo olvidaré porque es una cumbre en mi carrera”, apostilla.
No es el primer músico vasco que recala en Abbey Road –recuerdo a Baobabs–, pero ¿cómo acaba allí? ¿Es cumplir un sueño?
Es el estudio por antonomasia y concretamente el nº 2 fue el epicentro desde el que se cambió la forma de grabar discos. Me considero amante de la música antes que músico, así que sí: es un sueño cumplido y lo considero una cumbre en mi carrera.
No soy ningún experto en nada, ni soy obsesivo con este tipo de mitomanía, pero me hacía una ilusión tremenda. Y me invadió una sensación de respeto. Ya desde tiempos de Berri Txarrak había tanteado la posibilidad de grabar allí
¿Cómo vivió la experiencia, qué sintió al entrar y, desde entonces, pasar a ser historia de un espacio mítico?
La previa con el management de Abbey fue bastante farragosa. Es hoy en día un museo y un lugar de peregrinaje casi más que un estudio, lo que me hacía dudar si no estaríamos yendo a un parque temático carísimo. Había mucha obsesión con respetar el patrimonio, la toma de imágenes, los permisos... Entiendo que es un lugar sagrado a cuidar, pero yo no voy de turismo, voy a grabar.
¿Se llegó a emocionar?
Al entrar se hizo la luz. Pocas veces me ocurre y me da vergüenza admitirlo, pero me derrumbé y me puse a llorar de emoción; no podía parar. Está exactamente como la conocemos de mil documentales: el suelo, los paneles, el piano de Paul McCartney, toda esa microfonería vintage... Fue como un viaje en el tiempo. Yo sé que los músicos podemos ser un poco brasas con estas cosas, pero la vibración es real: no existe otro lugar como este.
The Beatles y Pink Floyd, entre otros de los grandes, han pasado por allí. ¿Es gente que le ha marcado?
Indudablemente. La lista da un poco de vértigo. No soy ningún experto en nada, ni soy obsesivo con este tipo de mitomanía, pero me hacía una ilusión tremenda. Y me invadió una sensación de respeto. Ya desde tiempos de Berri Txarrak había tanteado la posibilidad de grabar allí, y ahora se han dado las condiciones y me he tirado al barro. Mientras componía Hasiera Bat (su debut) hice un experimento que consistía en salir a pasear y escuchar un disco entero de los Beatles antes de componer: un día Rubber Soul, otro Revolver, otro St. Peppers... Cierro el círculo (risas).
Creo que hay instrumentos y múltiples detalles que recuerdan los discos que se grabaron allí. ¿Qué es lo que más le impresionó?
El piano que se oye en Obladi Obladá está ahí y lo hemos usado en una canción. Ha habido algo de juego, lo que ha sido bonito. Éramos conscientes de dónde veníamos y hay algún guiño beatleiano en estas pistas. Ya los pasillos impresionan con leyendas mirándote desde las paredes.
Se liga a Abbey Road a la historia, pero ¿técnicamente es un estudio a la última? ¿Incorpora mesas o micrófonos de última generación?
La sensación que da es que hoy en día, aparte de toda la maquinaria de merchandising en la tienda, el estudio 1 y 3 son los que más activos están, y el 2 lo usan más para grabar sesiones en vídeo. Estando allí, por ejemplo, nos interrumpió el equipo actoral de Sam Mendes, que venía con el hijo de George Martin a ver el estudio para las cuatro películas sobre los Fab Four que están grabando. Lo más decepcionante quizás ha sido el backline que puedes alquilar (amplis, guitarras, batería...). En cualquier estudio top de aquí tienen mejor material. Sin embargo, con la microfonía o los compresores te vuelves loco. Es material único, en perfecto estado y los asistentes estaban a lo que pidieras...
¿Económicamente es rentable?
Este EP va a ser una ruina, soy consciente. Todo lo que hago es autoproducido, así que me dejo parte de los ahorros de la gira en esta grabación. Lo tomo como una inversión en algo inmaterial, que por lo general es lo más importante. Las cuentas no salen, pero yo jamás olvidaré que grabé en el Estudio 2 de Abbey Road.
Estoy muy feliz, la verdad. Crear es creer y, por lo tanto, dudar. En los nuevos temas hay menos contención. Hemos usado piano, violín, mucho coro... Pero los elementos base seguirán ahí: emoción y melodía, luz y también una fina película de oscuridad.
¿Cuántos días estuvo allí y en qué formato?
Dos días, grabamos en cinta gran parte del proyecto y tuvimos que pelear por ello. Carlos Aranzegi está ahora en mi banda de directo y tocó las baterías. Jordi Matas estuvo al bajo y Joan Pons, de ingeniero.
Hábleme de la grabación, de esas dos canciones. Creo que serán parte de un Ep similar al último que publicó tras ‘Hasiera bat’. De hecho, ya se llamaba ‘Bakan (1)’, lo que parecía anunciar su continuidad.
Así es. Este año decidí grabar una serie de EP 7 pulgadas de nombre Bakan, que significa infrecuente, singular... En Chile algo bacán es algo increíble, muy bueno, y los fans chilenos me lo recuerdan en cada post (risas). Cada disco tendrá dos canciones, una por cada cara. Las de Abbey Road compondrán Bakan II, que saldrán en octubre, de cara al fin de gira.
Por cierto, el primer EP incluía ‘Herri txiki’, en mi opinión uno de sus mejores temas en solitario.
Gracias, creo que es un tema que emana buenas vibraciones. De alguna manera, las canciones de Bakan I podrían tomarse como un apéndice de Hasiera Bat, con ese sonido austero y crudo pero mullido. Bakan II tendrá otro aire. No es algo premeditado, han surgido así, de riffs compuestos en pruebas de sonido de esta gira.
¿Sigue dispuesto a grabar canciones sueltas? Es curioso, le imagino más siguiendo el concepto ‘old school’ del disco conjunto, con una atmósfera y concepto unitarios.
En verdad me siento en terra incognita y echo de menos el concepto de disco, mi hábitat natural. En un disco, cada canción contamina la de al lado y cobra otro sentido según la secuencia. Me encanta que eso ocurra, es como con los colores, que te parecen más o menos claros según al lado de qué otro color los coloques.
¿Entonces?
Hacer un disco requiere muchísimo esfuerzo y no me veía aún con energía. Hasiera bat sigue vivo y creo que hay que reivindicar el tiempo de vida de nuestras obras, ahora que prima el consumo rápido más que la escucha atenta. Pero al mismo tiempo me generaba desazón tener solo 10 canciones en solitario, lo que me obliga a tirar de repertorio antiguo, versiones... La serie Bakan me permite grabar nuevo material y plantear cada grabación desde un prisma distinto. En fin, sigo con mi búsqueda. Pero al grabar temas sueltos parece que tuvieras que resumir todo lo que quieres expresar en este momento en tres minutos. Añade presión extra.
Está logrando mucha repercusión.
Estoy muy feliz, la verdad. Crear es creer y, por lo tanto, dudar. En los nuevos temas hay menos contención. Hemos usado piano, violín, mucho coro... Pero los elementos base seguirán ahí: emoción y melodía, luz y también una fina película de oscuridad.
¿Se hizo foto en el paso de cebra?
Sucumbimos al topicazo, sí.