Por fin llega el día de darlo todo al volante de cuatro monoplaza y los chavales se confiesan nerviosos, a la par que entusiasmados, con ganas de que comience la competición.

El equipo del centro NClic posa minutos antes de la competición. Cedida

Enfundados en monos en azul y amarillo, casco en mano esperan ilusionados a la entrada del kilómetro de circuito montado en Mendizabala.

Mientras los mayores bajan los últimos coches eléctricos de las furgonetas, los escolares del centro NClic se relajan contando curiosidades sobre los vehículos que ellos mismos han diseñado y ensamblado, antes de arrancar la competición Greenpower.

El gusanillo

Aleix, Arturo, Iker, Óscar, Rodrigo, Aitor, Oier, Pablo, Enara... Son alumnos de Primaria y ESO a los que les encanta acudir una vez a la semana a la extraescolar que imparte Ekaitz Barrasa, aita de Arturo y mentor del grupo, la persona que les ha inculcado el gusanillo de los coches y las carreras.

“Es muy divertido”, relatan. 

Hoy, cada uno de ellos estará al volante 45 minutos, aproximadamente. Pasado un tiempo al volante, regresan a boxes y otros compañeros y compañeras toman el relevo.

Camino de la Nasa

Fútbol, baloncesto, ajedrez y pádel son algunas de sus aficiones al margen de la Fórmula 1 y la mayoría ansía convertirse en ingeniero de la Nasa.

Luego está Aleix, que de mayor quiere ser piloto, siguiendo la estela de su admirado Fernando Alonso.

En total, participan unos 300 escolares. NClic School presenta un equipo con cuatro coches: dos en categoría goblin, para los más pequeños de 9 a 12 años y dos en F24, con adolescentes de 12 a 16 años, y F24+, donde participan hasta los 25 años.

En el circuito de Mendizabala.

“No consiste solo en ir rápido sino en aguantar para que el coche tenga mayor autonomía y no se acabe la batería, suficiente para la hora y hora y media de las pruebas”, explican los chavales. Además, depende de cada prueba.

En goblin, los más pequeños tienen que esquivar conos, ir recto y frenar y dar vueltas. Todavía recuerdan cuando Aaaron se llevó todos los conos por delante.

Construir y pilotar

En F24, en cambio, “procuramos no frenar demasiado y equilibrar”, explican.

En ocasiones, “lo más difícil es librar a los demás, sobre todo al tomar las curvas, para que no te choquen por detrás, aunque tenemos luz de freno y una bocina de pitido estruendoso”, sonríen.

Construirse los coches eléctricos les ha llevado meses. Son vehículos “con ruedas de maratón de bici, esqueleto de metal, batería eléctrica y morro de poliespán que no suelen fallar”, dicen.

“Los coches no fallan mucho, falla más el corredor”, apunta uno. “Cuando hace mucho frío se te quedan las manos heladas”, cuenta otro. “Y tenemos que tapar la batería con una bolsa de plástico para que no se moje o fallen los frenos”, añade un tercero. 

Mejoras a introducir

Por eso, ya piensan en mejoras a introducir en el diseño. “Queremos añadir un acelerador, tres marchas y un sensor que calcula diferentes datos, para que desde boxes nos pasen la información por el pinganillo”, adelanta Arturo. 

En el circuito de Mendizabala.

“Nos encanta construir los coches, pero más pilotarlos”, reconocen. Hoy toca Vitoria, pero ya han participado en distintas pruebas fuera de la ciudad. Recuerdan de manera especial su paso por el circuito de Fórmula 1 de Los Arcos. “Quedamos terceros”, se congratulan.