La unión hace la fuerza. Y eso lo sabe muy bien la joven gasteiztarra Indira Martínez de Ilarduya Preciado, quien, a sus 17 años, está inmersa en la lucha por la inclusión en las escuelas, a pesar de estar fuera de ese ciclo formativo.
Una lucha repleta de espíritu activista que fue globalmente reconocida el pasado 22 de marzo con el Premio Mundial del Síndrome de Down en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York; con el trabajo Estudiantes por la inclusión que elaboró junto a otros jóvenes de Secundaria del Estado.
Una experiencia que la joven ha calificado de “inolvidable” en conversación con este periódico y que le ha brindado más fuerza, aún si cabe, en este camino de lucha por sus derechos.
"Las personas con discapacidad tenemos derecho a una educación inclusiva y de calidad”
Futura política
Indira tiene claras sus metas futuras; quiere ser política. Principalmente, para “hacer que se cumplan las leyes y todo lo recogido en el artículo 24 (referido a la Educación) de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, donde se dice que las personas con discapacidad tenemos derecho a una educación inclusiva y de calidad”.
“Que los profesores no nos apartasen de los demás compañeros sería un gran paso"
Un “derecho”, como ella misma remarca, que todavía no es sólido en el sistema educativo actual. “Que los profesores no nos apartasen de los demás compañeros sería un gran paso. De hecho, a mí me intentaron engañar diciéndome que tenía que irme con los míos, pero es que los míos son todos”, señala la joven en relación a su paso por el colegio.
"Yo estaba en clase, pero parecía que no; por eso era la menos uno"
En efecto, esa separación que ella misma vivió en primera persona durante su etapa escolar y que ahora narra, es lo que le impulsa a intentar cambiar las cosas. “Yo estaba en clase, pero parecía que no; por eso era la menos uno. No quiero que ninguno se sienta menos uno, solo uno más”, explica la joven activista.
De hecho, recuerda como durante las clases en las que permanecía junto al resto de alumnos y alumnas, a ella le mandaban realizar “cosas diferentes” al resto; como “mirar recetas” o “actividades de niños pequeños”. “Eso no me gustaba nada”, critica.
“Indira siempre ha dicho que la escuela está diseñada actualmente para gente normal o para hacer a la gente normal, por como se ha sentido allí”
Su madre, Noemí Preciado, quien también ha estado presente a lo largo de esta conversación, añade que “la solución siempre ha sido sacarle del aula por no poder seguir el ritmo o, sino, dejarla en clase haciendo otras cosas”.
“Indira siempre ha dicho que la escuela está diseñada actualmente para gente normal o para hacer a la gente normal, por como se ha sentido allí”, revela Preciado.
“Ahora voy feliz”
Una vivencia que poco o nada tiene que ver con la situación en la que se encuentra a fecha de hoy. “Ahora estudio en el Instituto Europa y hago formaciones para desempleados. Me siento muy bien allí; voy feliz. Mis profesores me explican igual que a los demás, dándonos lo que necesitamos, eso sí. No me apartan. No tengo que estar con los míos”, cuenta con orgullo.
“Es un derecho que es tuyo y que no tienen por qué quitarte”
Lo cierto es que, aunque ya no forme parte de esas aulas, tiene claro que va a seguir luchando “hasta que todo sea inclusivo; para que otros niños y niñas no pasen por lo que yo pasé”. “Es un derecho que es tuyo y que no tienen por qué quitarte”, añade.
Y para ello, además de aspirar a ser una figura política defensora de la diversidad, Indira no esconde su deseo por convertirse en profesora inclusiva y formar una escuela para la que ya tiene un nombre pensado: Mila Kolore. “Creo que le pega muy bien”, sonríe.
“Preguntarles qué es lo que necesitan y en función de eso, darles sus oportunidades; y sobre todo, respetar su ritmo de aprendizaje"
Ni aulas específicas ni “nada de eso”, en la futura escuela de Indira los estudiantes podrán estar “todos juntos aprendiendo; y los profesores estaremos escuchándolos, porque son los niños y niñas quienes más saben”. “Preguntarles qué es lo que necesitan y en función de eso, darles sus oportunidades; y sobre todo, respetar su ritmo de aprendizaje”, explica la joven.
En la misma línea, construir una escuela para profesores y profesoras es otro de los planes futuros que flota en la mente de esta joven guerrera. Principalmente, para dotarles de lecciones de inclusión y diversidad. “Que sepan lo que tienen que hacer en las aulas”, comenta. Para que los estudiantes puedan realizar en estos espacios “cosas de mayores y no de niños pequeños”.
Aprender de "mujeres que luchan"
Cuando en el colegio le dijeron que ella “no podía aprender”, lo cierto es que llegó a creérselo. Pero, más tarde, cuando gracias a su madre adquirió nuevos conocimientos, ese pensamiento de insuficiencia se evaporó de su cabeza.
“Me encanta aprender, sobre todo, leer sobre mujeres importantes que cambiaron el mundo. De mujeres que luchan”
Y de hecho, ella misma se autodefine como una chica “curiosa”. “Me encanta aprender, sobre todo, leer sobre mujeres importantes que cambiaron el mundo. De mujeres que luchan”. En torno a las que también inventa historias, además de la suya propia, que ese es otro de los retos en los que está inmersa.
‘Quererla es crearla
Una escuela para una sociedad inclusiva es una de las ideas que recoge el movimiento Quererla es crearla, donde profesores, alumnado, orientadores, familias y otros grupos luchan por un objetivo “claro y común”: que las escuelas sean inclusivas para todos. Y, en este contexto, Nueva York fue para la gasteiztarra y sus compañeros de grupo un paso más en este camino.
“Lo digo siempre, cuando se separa a unas personas por cómo son, no solo se les está privando a ellos de ese derecho a estar con los demás; sino a todos"
Estudiantes por la inclusión es el trabajo confeccionado tras observar qué cambios necesitan las escuelas para hacerlas inclusivas. En concreto, se trata de guía práctica compuesta de diez puntos que pretende enseñar a los estudiantes a convivir en diversidad: “para que sepan qué hacer y qué no”.
“Lo digo siempre, cuando se separa a unas personas por cómo son, no solo se les está privando a ellos de ese derecho a estar con los demás; sino a todos. Se les priva de convivir en diversidad. Y eso, cuesta verlo”, concluye la madre de Indira.