El pasado 22 de marzo, un grupo de jóvenes estudiantes de Secundaria de toda España, protagonistas del proyecto Estudiantes por la inclusión, recibía en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York el Premio Mundial del Síndrome de Down, un galardón que recogía la vitoriana de 17 años Indira Martínez de Ilarduia, que aspira a dedicarse a la política para cambiar las cosas después de haberse sentido apartada y sola en el colegio debido a este síndrome.
El premio reconoce el “activismo y defensa decidida de los Derechos Humanos” de estos jóvenes que a mediados del año 2020 decidieron elaborar una guía dirigida a otros estudiantes para conseguir que sus escuelas respondan a la diversidad del alumnado, un trabajo presentado a las ministras de Educación Pilar Alegría e Isabel Celaá.
Disponible para todos
El texto, muy práctico, ya está publicado y disponible para cualquier estudiante que quiera hacer su escuela más amable, y también para otros miembros de la comunidad escolar que quieran ayudar al alumnado a desarrollar su propia voz para la transformación de sus escuelas.
Ahora han recibido el máximo reconocimiento a ese esfuerzo por la inclusión al que se ha añadido una campaña para acabar con la soledad en las escuelas y la participación en diversos congresos y talleres.
Además, en su estancia de Nueva York, Indira y sus compañeros se reunieron con el alto representante de Naciones Unidas en la Alianza de Civilizaciones, Miguel Ángel Moratinos, quien les señaló nuevas vías y encuentros por donde seguir dando recorrido a su proyecto.
Quererla es crearla
Su experiencia y la de otros compañeros se recoge en el documental Educación inclusiva. Quererla es crearla, que muestra la lucha de estos alumnos y sus familias en favor de una educación en la que todos los niños tengan cabida.
La iniciativa Quererla es crearla persigue “transformar y mejorar el sistema educativo español desde una perspectiva inclusiva, con el convencimiento de que, de esta forma, contribuimos al desarrollo de una sociedad con mayor equidad, más justa y, por lo tanto, más democrática”. Lo hace con el convencimiento de que “todos los seres humanos son iguales en dignidad y derechos, independiente de las características diferenciales en cuestiones de género, capacidad, creencias, estrato social o cualquier otra”, y se apoya para ello “en un dilatado corpus de normas, convenciones y tratados internacionales que, en materia de derechos humanos, configura un Código Internacional de los Derechos Humanos, que da legitimidad y respaldo jurídico a las aspiraciones que nos movilizan”.