El romano Cicerón, casi coetáneo de Jesús de Nazaret, dejó muy bien escrito que “la agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”. Poco podían imaginar hace 22 siglos que sobre ese quehacer, compendio de virtudes individuales y de dichas colectivas, se iban a cernir en la era de la globalización digital amenazas homologables a las mismísimas plagas bíblicas.

Porque, sí, el sector primario afronta el momento más crítico de su historia y por eso el foro AgroAraba 4.0 de este periódico ha reivindicado esta semana el activismo agrario de la sociedad en su conjunto. Pues nuestros escasos 2.500 profesionales a título principal sudan –literal– lo indecible para sobreponerse a la pérdida de rentas, en niveles de los años 90, y a la consolidación de los costes al alza en energías, fertilizantes, piensos y fitosanitarios. Mientras observan entre atónitos y enojados cómo la cesta básica de la compra se ha encarecido un 19% en el último año cuando en origen a los productores se les paga hasta una décima parte del precio de venta al público y en paralelo el resto de los eslabones de la cadena engordan márgenes.

En un contexto volátil como nunca por la suma del cambio climático, para mayor riesgo de los cultivos y gastos adicionales en refrigeración y manutención animal, y la incertidumbre internacional por mor de la cronificación bélica en Ucrania y el perjuicio a la navegación de mercancías en el Mar Rojo. A lo que agregar como corolario las exigencias de trazabilidad en la UE que no se imponen a las importaciones, lo que con toda lógica se interpreta como competencia desleal.

Tal cúmulo de adversidades nos concierne directamente como comunidad de intereses por el carácter estratégico del agro. Empleo y PIB al margen, como llave de equilibrio medioambiental y social. Pues sin un campo vivo no cabe la sostenibilidad natural como contrapeso a la huella ecológica urbana, ni tampoco el asentamiento de población rural y el mantenimiento del patrimonio cultural. A los profesionales corresponde desarrollar una actividad intensiva y sustentable, utilizando los recursos con eficiencia en pro de una competitividad determinada por la calidad y la tecnificación, así como favorecida por la producción y la comercialización mancomunadas. Y a las instituciones compete brindar todo el apoyo para un sector en innovación permanente, especialmente para procurar el relevo generacional que impida que en diez años el 70% de las explotaciones desaparezca por inanición.

A la ciudadanía le toca finalmente cerrar filas por el futuro del agro alavés y por tanto para el porvenir de nuestra sociedad, de la que el sector primario es pilar de bienestar y sustento de kilómetro cero. Porque, como reza el dicho popular, “al menos una vez en la vida necesitaremos de un médico, un abogado o un arquitecto; pero al menos tres veces al día del resto de nuestra existencia precisaremos de un agricultor”. Salud y buenos alimentos.