"No hay una fórmula que facilite prevenir estos robos y es muy difícil llegar a castigar a sus autores”.

Estas palabras, en boca de uno de los investigadores de la Ertzaintza encargado de atender, entre otros, los asaltos profesionalizados a pisos que ocurren en Gasteiz, sintetizan uno de los problemas que afean los resultados que definen la seguridad ciudadana de la capital alavesa.

Bandas itinerantes

Según la experiencia del citado profesional, curtido en el trabajo en la calle tras 20 años atendiendo este tipo de sucesos, los atracos cometidos por bandas itinerantes altamente especializadas se han convertido en un problema policial de primer orden por sus condicionantes.

El modus operandi detrás de este tipo de sustracciones estaría detrás de hasta un 80% de los hurtos y robos en viviendas gasteiztarras, que se concentrarían principalmente en los barrios de Lakua, Salburua y Zabalgana. Estos aglutinan los últimos grandes desarrollos urbanísticos de la ciudad y tienen a su vez casi una equivalencia generacional de vitorianos que iniciaron en los citados polígonos sus proyectos vitales tras consolidar trabajos y relaciones.

Viejos conocidos

La presencia de estos grupos de profesionales no es nueva en la ciudad, pero sí su desarrollo e innovaciones. Son profesionales llegados desde países del Este de Europa a los que es difícil identificar al estar dotados habitualmente de filiación y documentos falsificados. Su presencia en Vitoria se entiende dentro de estructuras altamente especializadas y con capacidad de adaptación a los esfuerzos policiales.

Desde la Ertzaintza se tiene el convencimiento de que este tipo de grupos criminales ya actúa con un comodín en la ciudad en forma de estructuras sociales de residentes de su misma nacionalidad que apoyaría a los ejecutores de los robos cuando están en Gasteiz. Esa ayuda extra atendería a los alquileres de habitaciones o viviendas para los recién llegados o a otros detalles relativos a la organización para canalizar los botines logrados o facilitar la huida hacia otras localizaciones.

Cosas que no cambian

Sea como fuere, hay cosas que no cambian. Estos grupos llegan, vigilan, acceden a los pisos marcados y sustraen efectivo y oro, que una vez fundido en tiras, es imposible seguir su trazabilidad.

En ocasiones, las menos, también pueden llevarse alguna joya o reloj muy significativos, pero obvian electrónica, plata y similares. Su reto es hacerse con el botín y salir con la mayor rapidez posible con objetivos muy específicos y fáciles de gestionar en los canales adecuados, que no dejen pistas. En ese sentido, el dinero y las piezas de oro fundidas son irrastreables.

Sus objetivos se centran en barrios muy concretos, en los que el ratio esfuerzo-beneficio es muy provechoso para ellos. En Lakua, Salburua y Zabalgana vive una clase media tipo de gasteiztarras con una economía asentada, pero sin alardes y con viviendas con las medidas de seguridad franqueables para el especialista adecuado.

Tras varios golpes, salen de la ciudad hacia otra ubicación y canalizan lo robado en los circuitos adecuados para su comercialización. Rápidos y limpios, no acostumbran a dejar pistas. “Se mueven. No tardan mucho en dejar cada ciudad que visitan. Así no dan tiempo a cotejar posibles rastros biológicos detectados por los investigadores, como huellas o ADN. Cuando se obtienen resultados, ya no están. Son profesionales”, zanja el investigador. “Eso hace muy difícil luchar contra este tipo de grupos”.

Cambios de método

Hasta hace no mucho, los investigadores de la Ertzaintza intuían su presencia al descubrir los testigos que estas bandas colocaban en los pisos-objetivo para comprobar si estaban vacíos. Las marcas eran estructuras de plástico en forma de v que se ponían entre la puerta y el marco. Si tras uno o dos días permanecían en el sitio, significaba que el piso estaba vacío. Efectivo, pero fácil de detectar con ojo educado.

Conocen el sistema

Aparte, estas bandas itinerantes se caracterizan por conocer el sistema policial y judicial de Euskadi al dedillo. Conocen los límites con otras comunidades autónomas y las limitaciones jurisdiccionales que tiene la Ertzaintza para tener información de más allá del Ebro y las que tienen otros cuerpos policiales para hacer lo propio en la CAV. “Nos falta tener inteligencia. Nos falta comunicación interpolicial”, sintetiza. Ese conocimiento también incluye al sistema judicial. En los pocos casos en los que ha sido posible llevar hasta el final a algún detenido, estos cuentan con la posibilidad de cambiar la pena de cárcel en el Estado por una orden de expulsión por un número determinado de años. “Desgraciadamente, tras llegar a su país, regresan en breve a sus andanzas por diferentes localizaciones en el Estado, al que vuelven a acceder con documentación falsa”, explica el ertzaina que prefiere mantener el anonimato en conversación con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.

Ahora ese tipo de marcas ya no se utilizan de manera general. Han sido sustituidas por otro método, una técnica en la que un pegamento comercial de los más habitual se convierte en un protagonista indetectable que da a estos grupos la información precisa para desarrollar el golpe.

Uso de pegamento

Ponen una gotita de pegamento en el quicio de la puerta. A simple vista, es indetectable. Solo se observa la marca con una linterna o al tacto. Después, esperan hasta comprobar si la vivienda está vacía.

Cuando se han asegurado (en la medida de lo posible) de que no van a tener encuentros inesperados en el piso o pisos a los que van a acudir, analizan el tipo de cerradura al que se van a enfrentar. Según sea el fabricante, la banda acometerá la entrada con uno u otro especialista con las herramientas adecuadas.

“Todas las cerraduras se pueden abrir. El problema es el tiempo que requiere un grupo de estas características para rendir una puerta. Evidentemente, el tiempo juega en su contra"

“Todas las cerraduras se pueden abrir”, explica el agente. “El problema es el tiempo que requiere un grupo de estas características para rendir una puerta. Evidentemente, el tiempo juega en su contra, y si se encuentran con dificultades imprevistas, por ejemplo, con la cerradura, abandonarán ese piso y seguirán con otro de los señalados”, explica el investigador.

No son descuideros

Evidentemente, no se trata de ladrones a la oportunidad, que aprovechan una puerta en mal estado o un descuido con una ventana a medio cerrar para dar el golpe y llevarse todo lo que pueden o encuentran, casi sin discriminar. Este tipo de robos acostumbran a estar protagonizados por personas con residencia en Vitoria y con problemas de adicciones o con serias dificultades de adaptación social. “Son poco finos. Muy toscos. Fían su suerte a la fuerza bruta, a un empujón, a una patada. Como mucho, usan una pata de cabra. Actúan donde pueden, bien en el Casco Viejo o en otras zonas donde creen haber descubierto una oportunidad. Descubren un acceso a un patio de vecinos del Ensanche desde el que acceder a viviendas y aprovechan”, indica el investigador. Este tipo de situaciones acaban con el sospechoso en manos policiales, ya que este perfil de sospechoso no manejan las virtudes de la profesión. Son vecinos de la ciudad y tratan de sacar rendimiento a su botín en la propia capital. Este modus operandi, pese a estar detrás de un buen número de robos, no es el que más preocupa a la Ertzaintza.

Diferencias significativas

Abundando en las diferencias entre un tipo y otro de ladrones, el investigador de la Ertzaintza confirma las evidencias con las que se encuentran los patrulleros e investigadores para hacer frente a estas bandas. “Una cosa es el prerrobo. Otra, después del mismo. Son muy difíciles de identificar. Acostumbran a no dejar huellas digitales y, si hay cámaras, saben cómo ocultarse tras gorras y capuchas. En su momento, fuimos capaces de situar una determinada huella de calzado sobre el suelo de varios pisos desvalijados. Al dar con su propietario, pudimos imputarle varios casos. No obstante, judicialmente, ese tipo de pruebas no tienen valor”, se lamenta.

“Una cosa es el prerrobo. Otra, después del mismo. Son muy difíciles de identificar. Acostumbran a no dejar huellas digitales y, si hay cámaras, saben cómo ocultarse tras gorras y capuchas"