El próximo 9 de junio los vascos votaremos por octava vez en unas elecciones europeas, pero a pesar de que el Estado español es miembro de la UE desde 1986, las instituciones europeas siguen siendo grandes desconocidas para la ciudadanía. Sin embargo, buena parte de las políticas que se deciden en Europa afectan a nuestra vida cotidiana. De hecho, hasta el 57% de las medidas legislativas que se aprobaron en 2022 en el Congreso y en el Senado derivaron de normas europeas.
La Unión Europea es un engranaje de organismos que rige el día a día de 448 millones de personas y está dirigida por tres instituciones: la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo, cuya composición se elige en los comicios del 9 de junio.
Beneficios para nuestra economía
A pesar de que los ciudadanos perciban que lo que se gesta en la Cámara de Estrasburgo está alejado de su cotidianidad, esta afirmación está muy lejos de la realidad. Muestra de ello es la influencia que las políticas europeas tienen en la economía. La industria se beneficia del mercado único o de los acuerdos internacionales de la Unión Europea, pero a cambio debe cumplir los estándares medioambientales que marca.
Es en Bruselas también donde se decide lo que pueden producir o no nuestros baserritarras o las cuotas que pueden capturar los arrantzales. Para contrarrestar las prohibiciones, Europa gestiona el PAC, el plan compensatorio de ayudas al sector primario. Para dar cuenta de su magnitud, lo mejor es citar algunas cifras. Entre 2023 y 2027 el Estado español contará con 34.000 millones de euros. Euskadi recibirá durante estos cuatro años alrededor de 65 millones que destinará, además de a pagos directos, a impulsar prácticas verdes y el modelo de agricultura familiar.
La actividad de la flota vasca está condicionada por el reparto de cuotas que también se decide en Bruselas. De hecho, una de las reivindicaciones del PNV de cara al 9 de junio es que la Comisión Europea cuente con un comisario específico de Pesca que mantenga una comunicación más cercana y directa con el sector pesquero.
Europa decide lo que producimos, comemos o compramos, pero a cambio refuerza nuestros derechos como ciudadanos de la UE
Más control sobre los alimentos
Europa decide respecto a lo que producimos o importamos. Nos marca incluso lo que comemos. Fija qué sustancias se pueden incluir en los alimentos o su nivel de conservantes, aditivos o edulcorantes. También marca la información que recibe el consumidor porque establece lo que debe quedar obligatoriamente reflejado en el etiquetado de todos los productos, incluidos alimentos o productos de higiene y belleza. También debemos agradecer a Europa la práctica común en el supermercado de consultar en el etiquetado el semáforo nutricional, que nos permite decidir qué alimentos consumimos en función de lo saludable que son.
Pacto Verde Europeo
Otra de las prioridades de la Unión es la transición ecológica, y su hoja de ruta es el Pacto Verde Europeo que se marca como objetivo que Europa sea climáticamente neutra en 2050. Para ello, Bruselas impone condiciones a sus miembros, aunque a cambio les ayuda a diseñar e implantar reformas para reducir emisiones y para que la conversión sea una oportunidad económica. Más allá de las grandes decisiones económicas estratégicas que nos guíen hacia un futuro verde, el Parlamento Europeo ha aprobado medidas que nos obliga a tener un comportamiento individual mucho más respetuoso con el medioambiente.
El 57% de las medidas legislativas que se aprobaron en 2022 en el Parlamento derivaron de normas europeas
Europa se ha marcado como objetivo reducir de forma notable el consumo de plástico. Se estima que cada ciudadano europeo genera al año 190 kilos de residuos, y por ello Europa viene impulsando medidas que ya nos resultan comunes como tener que pagar por las bolsas de plástico, o que no podamos comprar artículos de usar y tirar como pajitas, bastoncillos o cubiertos y platos de plástico.
Pero la lucha contra el plástico va más allá, y la legislación que Bruselas prepara para que esté en vigor en 2030 nos obligará a acostumbrarnos a otras novedades como que desaparezcan los artículos de higiene monodosis que nos dan en los hoteles, o las unidosis de salsas de los restaurantes. Tampoco podremos envolver las maletas en celofán cuando viajamos y los productores deberán reducir el tamaño del empaquetado que no deberá ser mayor al 50% del del producto.
Más derechos como consumidor
Europa también dicta qué vehículos podemos conducir y con qué combustible, y nos ha dado más derechos como consumidores poniendo fin a la obsolescencia programada, fijando el derecho a la reparación de los electrodomésticos, o a reclamar cuando se cancela un vuelo. Gracias a la legislación que nos llega desde Europa se ha puesto fin a roaming y a las tarifas telefónicas abusivas cuando viajamos por los países miembros.
Libre movimiento
Pertenecer a la Unión Europea nos garantiza la ciudadanía europea lo que conlleva que gracias al Tratado de Schengen podremos circular libremente por otro estado miembro sin necesidad de pasaporte o visado porque no hay controles fronterizos. También podremos vivir y trabajar en cualquier lugar de la UE.
Bruselas también obliga a cumplir a sus socios con los Derechos Humanos, e incluso cuenta con un tribunal específico a tal efecto. Los ciudadanos también puden recurrir al Tribunal de Justicia Europeo si consideran que se ha vulnerado alguna de las normas europeas.
Aunque no seamos conscientes, todas las decisiones que toma Europa tienen su reflejo en nuestra vida y buena cuenta de ello da el eslogan que la Unión Europea eligió en 2019 para acercar sus instituciones al ciudadano y fomentar el voto: 'Europa hasta en la sopa'.