La fiesta que se ha vivido en los últimos días en Vitoria-Gasteiz por el ascenso del Deportivo Alavés, que culminó ayer con el multitudinario recibimiento de la plantilla en la Virgen Blanca, ha sido muestra de la buena salud de la que goza el conjunto babazorro en cuanto a masa social y arraigo en la ciudad, pero también de las ganas que había de celebrar un éxito deportivo. No se pudo en 2020, en plena pandemia, cuando el Baskonia se proclamó campeón de la ACB, y desde entonces se han vivido temporadas difíciles para los dos principales equipos vitorianos. Hacía falta una campaña como esta, ilusionante y repleta de triunfos tanto en la sección de fútbol como en la de baloncesto para reconciliarse con los aficionados y el regreso a Primera División ha sido el colofón perfecto. Los gasteiztarras han regresado a Mendizorroza y al Buesa Arena con más energía que nunca y la explosión de júbilo con el ascenso ha sido total, ideal para olvidar los duros momentos vividos en los últimos años. Eso sí, después de celebrarlo como se merece, toca ponerse manos a la obra y realizar el mejor trabajo posible para poder consolidar ambos proyectos y no tener que esperar tanto a la próxima alegría. Los mimbres están ahí, en el excelente ambiente vivido en los dos estadios este curso.