La migración es un poderoso agente de crecimiento económico, dinamismo y comprensión. Sin embargo, cuando no se regula, cuando ocurre a través de rutas más peligrosas, el cruel reino de los traficantes, el precio que arroja es terrible”. El acertado diagnóstico realizado ayer, durante la conmemoración del Día Internacional de las Personas Migrantes, por parte del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, describe a la perfección el escenario actual en la que se producen situaciones de migración en todo el mundo. La propia ONU destaca que en los últimos ocho años han perdido la vida al menos 51.000 personas en las peligrosas rutas migratorias. Según los últimos datos, en 2020, más de 281 millones de personas eran migrantes internacionales, mientras que más de 59 millones de personas vivían como desplazadas internas a finales de 2021. La migración es un fenómeno natural, intrínseco al ser humano y, pese a que aún persiste un mínimo porcentaje que la considera un problema, así lo entiende la gran mayoría de la sociedad. La pobreza, el hambre, las consecuencias del cambio climático y las guerras –como se está comprobando especialmente en los últimos meses tras la agresión de Rusia contra Ucrania– conducen a millones de personas a buscar una vida más libre y segura. Sin embargo, las rutas que deben tomar muchas personas son sumamente peligrosas y conducen en muchos casos a la muerte. Establecer rutas seguras y salvar la vida de estas personas es una obligación moral y legal. Según los datos que arroja el último estudio del Gobierno Vasco, el 80% de la población de Euskadi prefiere vivir en una sociedad diversa, con personas de diferente origen, cultura, creencias, orientación sexual, identidad de género, etc. Asimismo, en la última década, el índice de tolerancia de la sociedad vasca hacia la población de origen extranjero ha mejorado de manera sustancial y tan solo el 3,3% ve la inmigración como un problema personal. Euskadi está dando, en la medida de lo posible y de sus competencias, una respuesta adecuada a la migración desde el punto de vista humanitario, mediante, por ejemplo, programas integrales de acogida, con la ayuda y aportación del Tercer Sector y poniendo en valor la convivencia en la diversidad, la tolerancia mutua y el respeto a las normas democráticas y culturales propias.