El descubrimiento junto al castillo medieval de Irulegi, en el valle de Aranguren, apenas a unos kilómetros de Iruñea, de una lámina de bronce con cuatro palabras que apuntan “indudablemente”, según los lingüistas que han estudiado el hallazgo, a un sistema gráfico propio en lengua vascónica como antecedente del euskera posterior supone un paso histórico en el conocimiento de la historia, la cultura y lengua de Navarra y del conjunto de Euskal Herria. La ya denominada Mano de Irulegi es solo una puerta abierta a un camino del que apenas se vislumbran las primeras certezas como siempre sucede en estas apasionantes ciencias que son la arqueología y la lingüística de las viejas lenguas como el euskera. Pero un camino que posiblemente puede ser el primer paso para revolucionar todo el conocimiento, las dudas y las incógnitas que históricamente acompañan al origen del euskera. Los yacimientos arqueológicos siempre guardan una nueva sorpresa tras el primer descubrimiento importante. Y eso es lo que ahora ha ocurrido en Irulegi, un asentamiento arqueológico iniciado alrededor de la apuesta del Ayuntamiento de Aranguren por recuperar y rehabilitar su castillo, uno de los que defendieron el Reino de Navarra, y que poco a poco de la mano de la Sociedad de Ciencias Aranzadi ha ido descubriendo asentamientos humanos en la zona que se remontan hasta 37 siglos atrás. En concreto, los restos en los que han aparecido las palabras vascónicas son del siglo I a. C. Para entender el alcance del valor de la Mano de Irulegi hay que pensar que el primer texto escrito en euskera localizado hasta ahora está en las glosas de San Millán de la Cogolla (siglos X-XI) y en una carta escrita en 1415 en Navarra. Queda mucho trabajo por delante, pero Irulegi ha situado el euskera en una nueva dimensión de enorme importancia para arrojar luz de manera definitiva sobre una parte esencial de la personalidad histórica y cultural del pueblo vasco. El euskera siempre ha sido conocida como lingua navarrorum, la lengua de las navarras y los navarros, y esta pequeña pieza de bronce enterrada miles de años en pleno monte demuestra que no solo es una lengua propia de Navarra, sino que sus raíces estuvieron en esta tierra. Una puerta abierta también para superar la injusta y absurda persecución política contra el euskera en Navarra y normalizar su presencia no solo como patrimonio arqueológico, sino como lengua viva también 21 siglos después.
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