l regreso de la selección de fútbol de Euskadi ayer en Ipurua, en las misma fecha o ventana FIFA en que otros combinados nacionales disputan competiciones oficiales, debe entenderse como otro paso en el reinicio de la normalización de la presencia internacional de nuestra selección, también un reflejo de la realidad en la que se encuentra, tanto deportiva como en la búsqueda de su reconocimiento por los organismos (UEFA y FIFA) del fútbol, y como constatación de que lo único que impide que este se realice es la nula voluntad política que ha mostrado el Estado español. No se trata, como se ha venido esgrimiendo por décadas, de un problema legal o federativo. Legalmente, el Estatuto de Gernika, en su art. 10.36, especifica la competencia exclusiva de Euskadi en materia deportiva mientras que el deporte no se cuenta entre las competencias exclusivas del Estado que estipula el art. 149 de la Constitución. Y federativamente, además de que el propio Estatuto especifica en su art. 20 que “ningún tratado o convenio podrá afectar a las atribuciones y competencias del País Vasco”, la vía de la oficialidad no se cierra porque la UEFA alterara en 2001 sus estatutos para limitar la pertenencia a “las asociaciones europeas que tienen su sede en un Estado independiente reconocido por la ONU”. Hay excepciones tan reconocidas como las de Islas Feroe, San Marino, Irlanda del Norte, Gales o Escocia, esta última clasificada recientemente para la Eurocopa, principal torneo por naciones de la propia UEFA, y la más relevante de Gibraltar, miembro de pleno derecho de la UEFA desde mayo de 2013, es decir, doce años después de aquel cambio estatutario. Además, la UEFA es solo una de las cinco confederaciones pertenecientes a la FIFA y el máximo organismo del fútbol mundial, en el art. 10.7 de sus estatutos, afirma que “con la autorización de la asociación miembro del país que dependa, la asociación de fútbol de una región que aún no haya obtenido su independencia podrá solicitar su admisión”. No hay pues impedimentos normativos, sino un problema de admisión por el Estado español de la plurinacionalidad que su propio bloque constitucional reconoce y que, en el caso del fútbol, pasa por potenciar, también desde los clubes y por los propios jugadores, pero asimismo desde las federaciones territoriales pertenecientes a la RFEF, y dar normalidad a la presencia continuada de la selección de Euskadi en el calendario del fútbol internacional.
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