Medio tubular. Esa distancia separó el festejo de Arnaud Démare, exuberante ciclamino, de Caleb Ewan, que torció el gesto después de estirarse al máximo. No le alcanzó a The Pocket Rocket, que aún no ha estallado en el Giro. Mark Cavendish golpeó el manillar de la rabia una bici más tarde. Al velocista de la Isla de Man le derrotó su pronta detonación y el viento de cara. Se precipitó.

Ewan, que estaba instalado a su espalda, y Démare le borraron la dicha. La jornada más tediosa del Giro tuvo pimienta, emoción, suspense y alto voltaje en el pleito de la velocidad, donde Fernando Gaviria se enredó de mala manera hombreando con unos y con otros. Chocó contra una pared de frustración. Otra oportunidad que se le fue por el desagüe.

Se resolvió el laurel en el VAR, que en el ciclismo siempre ha sido la foto-finish. Allí, el golpe de riñón de Démare fue el más fotogénico. Solo la alegría de Juanpe López, que sigue de líder, le igualó. El francés, que mide 1,82 metros, se alargó más que el australiano, un velocista de talle bajo: 1,67. Sumó Démare su séptima victoria en la Corsa rosa. La segunda de la presente edición.

La merodeó Cavendish, relajado, repantingado y feliz en su zona de confort en las jornadas que invocan al esprint y él disputa en zapatillas de casa y con el batín de la comodidad cubriéndole el cuerpo. Tan bien se sentía que lanzó un beso a la cámara. Estaba enamorado el velocista de la Isla de Man recorriendo el empeine de la bota de Italia, entre Palmi y Scalea, conocida la localidad como la Rivera de los Cedros.

De ese lugar procede la práctica totalidad de la producción italiana de cidras. En los meses de verano, las plantaciones se llenan de rabinos que acuden a la Riviera. Control de calidad. Seleccionan la fruta para las celebraciones de Sucot, uno de los acontecimientos religiosos más importantes del año para los judíos de todo el mundo. Scalea eligió a Démare.

El ciclismo es un crisol y una liturgia. Diego Rosa, del Eolo, cumple punto por punto con el arquetipo. Militó antes en el Arkéa, Sky, Astana y Androni. Veterano de vuelta a Italia, su hogar. Añoranza. Rosa echaba de menos la familiaridad de un equipo italiano. Amante de las motos, abrió gas y se dio una vuelta por la costa. Hombre libre. Le gusta sentir el viento en la cara. Rosa era consciente de que se la partirían, pero el pelotón, magnánimo, le dio cuerda. Una caja de música con la misma canción en bucle. El aburrimiento de las certezas.

FUGA SIN DESTINO

El italiano pedaleó todo lo que pudo para abrir el paso de una etapa apergaminada en la lentitud, el hastío y la desgana, sin más interés que contemplar el paisaje, estupendo, costero, con el Tirreno meciendo la excursión con la brisa juguetona. Apetecía rodar en un descapotable con buena música. No hubo lugar para alterarse ni para la diversión. El pelotón, perezoso, anestesiado, se abocó a la tertulia mientras Rosa sumaba kilómetros en las alforjas simplemente por estar allí. No sabía muy bien hacia dónde iba Rosa. Se asemejaba a un gallego en una escalera.

Le hubiese dado tiempo al italiano a tomar un café, y no un espresso, precisamente, viendo el interés del pelotón en echarle el guante. Los ciclistas pedaleaban por deferencia, lejos de cualquier atisbo de entusiasmo. Acumularon retraso con el mismo don con el que se almacenan objetos inservibles. En barbecho las piernas, el día tenía el aire de una huelga encubierta. Los jueves al sol. La competitividad se quedó en la oficina de objetos perdidos. Era un filme de arte y ensayo. Ni un brioche con helado de limón mejoraba la escena. Se lo dejaron en Sicilia. Mala elección.

Hasta el Quick-Step bromeó sobre el letargo causado por la etapa, su sensación de eternidad. La comparó con la conquista de Constantinopla. Según sus cálculos duró menos el asedio y el asalto a la ciudad. Todo aquello llevó varios años. A Rosa le absorbieron y casi de inmediato se conformó la coreografía que antecede al esprint. La formación marcial de los equipos para sus desfiles. Se aceleró la carrera, tanto tiempo a cámara lenta, y decidió la potencia de Démare, por encima de Ewan y Cavendish. El velocista francés venció en la foto-finish. Allí posó mejor que ningún otro.