Al estrés del esfuerzo agonístico bajo la presión del reloj y las prisas de la contrarreloj individual, el Giro, que apuró sus últimas horas en Hungría, respondió con una larga excursión hacia un destino estupendo, un manantial de aguas termales en Balatonfüred que invitaba al descanso. No se lo tomó Mark Cavendish, siempre en guardia. Un neón incandescente. El velocista de la Isla de Man vive deprisa. Se bañó en champán. Metido en su burbuja dorada, rescatado de la jubilación, renacido en la lobera del Wolfpack de Lefevere, Cavendish sumó su 16ª victoria en el Giro. La 160ª victoria de su biografía. Cavendish supera la marca de Sean Kelly.

El británico no concedió ni una pulgada para completar otro laurel en un esprint que dominó con puño de hierro. De punta a punta. Nadie pudo sombrear la bala de cañón de Cavendish. Ni Gaviria, cercado por las vallas, ni Démare, ni Girmay inquietaron al velocista, que corre tanto como lo hacía de joven. Nada se le resiste. Insaciable. Las fibras rápidas y la explosividad tejen a Cavendish, que continúa despachando victorias a los 36 años. Nada de jubilarse. Hacía nueve años de su última victoria en el Giro. Su última aparición fue en 2013. El tiempo corre para atrás con él. Benjamin Button.

CALMA Y RELAX

La volata que remató Cavendish - sobrado, inalterable y muy veloz, como en sus años mozos- sacó la jornada de la intrascendencia. El pelotón se encomendó a il piacere del dolce farniente (el placer de no hacer nada) como filosofía de vida ante un recorrido de 201 kilómetros. Acumuló la etapa media hora de retraso. Solo tomó altura y velocidad cuando asomó el final. Como el Giro puede acabar cualquier día, -nadie está libre del mal fario o de las caídas- algunos de los favoritos se ensortijaron en los puestos delanteros con la idea de evitar riesgos. En el baile por el posicionamiento los equipos con los velocistas se aplicaron en su tarea para tejer un esprint que resolvió Cavendish con el pulso firme, sin alterarse. Un día más en la oficina.

EL BUZO DE YATES

En ese estado de sosiego, su compatriota, Simon Yates comentó que el buzo de la crono que empleó para vencer en la víspera y lanzar su primer aviso respecto a sus intenciones en el Giro se cotiza a algo más de 3.200 euros. Como chascarrillo puede funcionar, aunque nadie en su sano juicio cree que su victoria en la contrarreloj se deba al tejido de su mono de alta costura, si bien esa fue la idea que trasladó el ciclista una vez venció en una crono en la que no se esperaba semejante rendimiento. Aunque el Giro se estiraba hasta el lago Balatón, donde los cines coreografiaban en aguas quedas su ballet ajenos a las cuitas de la carrera, en el Bahrain amanecieron con oleaje. Aguas turbulentas.

RETIRADA DE TRATNIK

Jan Tratnik, uno de los costaleros de Mikel Landa y Pello Bilbao, no pudo chapotear en Balatonfüred. Tachado del cartel del Giro por las consecuencias de una caída en la jornada inaugural. El dolor en la muñeca le impidió competir. La retirada del esloveno, un corredor formidable, capacitado para manejarse con solvencia en distintos terrenos, es un importante contratiempo para los intereses de Landa y Pello Bilbao. Habrá que ver cómo influye su ausencia en el rendimiento de la escuadra.

De entrada, no es una buena noticia para el de Murgia y el gernikarra. En al orilla opuesta al ajetreo del Bahrain, todo transcurría tan lento que parecía que nada sucedía o lo que ocurría era muy poco y sumamente previsible. Se activó el modo relax antes del traslado y de encontrarse después con las fumarolas y las piedras negras, volcánicas, de la dura subida al Etna, un punto caliente para la carrera cuando emerja este martes a la superficie en Italia.

FUGA CONDENADA

Repantingado en la contemplación el pelotón, surgieron Filippo Tagliani, Mattia Bais y Samuele Rivi. Tagliani y Bais repetían aventura. Es lo que se exige a los secundarios, que sean protagonistas cuando los galanes ceden los planos, solo motivados para dejarse ver en el final. Rivi no estuvo en la huida del estreno del Giro, pero no le costó adaptarse. En la pasada edición acumuló un montón de kilómetros en el petate de la ilusiones.

A pesar del empeño del trío de fugados y del paseo del gran grupo, perezoso, lento y tedioso, la inercia neutralizó primero a Tagliani y después a Bais y Rivi, que se enzarzaron en una pleito un tanto absurdo. Estiraron la vida algunos palmos. Fue una caza somnolienta. También lo intentó Eenkhoorn. Alrededor del lago Balatón, el más grande de Europa central, se midieron los velocistas, que son legión en el Giro hasta que el Gargantúa de las montañas los vaya devorando. Pletóricos aún, se citaron en una recta larga en la que Cavendish impuso su dictadura. Festejó la calma con prisa.