- No todo es felicidad en Melbourne. El Happy Grand Slam, el que destaca por su extraordinario ambiente y mejores condiciones, arranca más tarde de lo habitual y rodeado de incógnitas y precaución. Los responsables del Abierto de Australia celebraban que el covid-19 había desaparecido casi del país y eso iba a permitir una celebración del torneo cercana a la normalidad, pero en los últimos días han aparecido algunos casos positivos aislados que han alterado de nuevo los planes y ponen en cuestión la idea de acoger público en las instalaciones del Melbourne Park y obligan a extremar aún más las precauciones. Por eso, la pandemia sigue en boca de todos por encima del reto de Rafa Nadal de superar los veinte Grand Slams del ausente Roger Federer y encabezar al fin la lista histórica, el de Novak Djokovic de defender título y lograr su noveno en aquellos lares o el de Serena Williams de conseguir cuatro años después del último, precisamente en Australia, su vigésimocuarto grande.
En la duda entre quedarse corto y no forzar la máquina tras la obligada inactividad, los distintos torneos que se han jugado en Melbourne durante esta semana estaban planteados como una manera de afinar la preparación, pero no todo ha ido según lo previsto. Nadal, que dejó buenas sensaciones en la exhibición de finales de enero ante Dominik Thiem, no ha podido jugar ningún partido de la ATP Cup por molestias en la espalda y ahora deberá coger el punto competitivo con el paso de los partidos en un cuadro que le sitúa al serbio Laszlo Djere como primer rival el martes y en una posible semifinal ante Daniil Medvedev.
Djokovic no pudo repetir título con Serbia en el torneo por países, aunque él sumó dos buenas victorias ante Shapovalov y Zverev que le confirman como máximo favorito de nuevo en el torneo que más alegrías le ha dado. El de Belgrado tuvo que superar el año pasado una enorme final ante Thiem y, pese a sus vaivenes emocionales, sigue firme hacia el objetivo de batir el récord de Federer de 310 semanas al frente de la clasificación mundial, algo que logrará a principios de marzo. Djokovic no necesita hacer un buen resultado, pero su espíritu le impulsa a querer hacerse notar otra vez en un torneo en el que debutará mañana ante el galo Jeremy Chardy, rumbo hacia una posible semifinal ante Thiem, que con un Grand Slam ya en su palmarés debe ser otro de los aspirantes junto a Medvedev.
En el cuadro femenino, las incógnitas son aún mayores. Serena Williams, camino de los 40 años, sigue creyendo que puede hacer historia, pero tuvo que renunciar a la semifinal del Yarra Valley por molestias en el hombro que son indicio de que ya le pesan los esfuerzos continuados. Ashleigh Barty, número 1 del mundo, vuelve tras un año sin competir, lo mismo que Bianca Andreescu, que casi no ha jugado desde que ganó el US Open en 2019. Sofia Kenin, campeona el año pasado, es una baza sólida, lo mismo que Naomi Osaka, aunque la japonesa también renunció a su semifinal en el torneo previo. Queda la duda de ver el papel de Iga Swiatek en su primer reto tras ganar Roland Garros.
Actual subcampeona. Garbiñe Muguruza, que el año pasado solo cedió en Melbourne ante Sofia Kenin, llega este año en un gran momento. En la noche de ayer, jugó la final del Yarra Valley ante Ashleigh Barty tras haber cedido solo diez juegos en cuatro partidos. Sin embargo, la tenista de Caracas no piensa en que esto signifique nada de cara al primer Grand Slam. "Las cosas me están saliendo como las ha entrenado y estoy cogiendo confianza, pero no me siento favorita. Todo puede cambiar", asegura Muguruza, que debutará mañana ante Margarita Gasparyan y teme acusar el cansancio a medida que pasen los días. "Tendré que sufrir y buscar frescura", comenta.