es uno de esos personajes que reconozco en lo que escribo y leo, que lo sé de primera mano, pues también le veo dentro y fuera de la cancha, a favor y contra corriente, de pareja y adversario, en amistosos y entrenos y en partidos más serios pero de índole interno, en el club, en el Zidorra; todavía falta cruzármelo de blanco Mijas y gerriko opuesto en faenas de más aliño y lustre. Y hoy es posible, pues viste uniforme de Maitena aunque guarda licencia por el club de su vida. Nos llevamos -en mi contra- muchos centímetros y bastantes kilos y, en cuanto a nivel y fuerza bruta -sin acritud ni ironía- desventaja en mi contra, que soy peso pluma y nivel (inter)-medio tirando por lo alto? con la argentina o paletón, por años y técnica. Del Estadio, del Zidorra, y pelotari con mayúsculas y varios lustros.
La culpa de lo de Nolito la tiene Ariel, el del Batán, argentino “jugón y chuflero” dado a la chanza, la risa y toda una retahíla de tópicos ajustados a procedencia y actitud. Lo vería redondito quizá, y, aunque de fútbol apenas sabe -y lo admite- debía saber quién era el futbolista, que por entonces deslumbraba cuando se ponía la roja de la selección de fútbol. Y con Nolito se quedó para unos cuantos, que los más aún se extrañan cuando le nombran así. Ruiz apunta hacia otro lado, un origen distinto, en cuanto al nacimiento del mote; “anda que?”, me suelta con sorna, “el argentino se limitó a popularizarlo, aunque luego se sacara de la manga otros tantos”. En fin, un asunto sin importancia. La tiene, que maneja bien la zurda. Por abajo tipo pared izquierda y de lado, a media altura y sobre el hombro en el trinquete. Con las dos manos la pega fuerte y con estilo, “pero falla mucho”, reconoce el padre, Jesús, pelotari, buen aficionado y dispuesto a echar una mano cuando hiciere falta. Y se defiende el hijo: “Reconozco que no compito bien”. Es un pelotari que quiere terminar el tanto cuanto antes, que le pega a todo y de estrategia anda como el general Custer en las guerras indias. Ahí cojea. Dice que no aprendió “porque me acostumbré a jugar a medio ritmo, a no meter la pata y dejarle la responsabilidad a los demás”.
Aitor Ruiz Zolina nació en Vitoria el 17 de marzo del 72, el día de San Patricio, patrón irlandés. Una inspiración, ¿verdad Ariel? En el transcurso de sus años de pelotari, el chico grande, Ruiz es un niño, ha vadeado cuatro etapas diferentes, con el agua en las ingles y hasta el cuello casi siempre. Es de los que se compromete.
A los cinco comenzó a jugar a mano en Iturribero, la escuela de pelota de la Ikastola de Durana. Mikel de Bernedo, fundador junto a un reducido grupo de amigos, tuvo allí a su hijo menor -luego creció más que el resto-, Igor, compañero y amigo de Aitor Ruiz hasta el día de hoy. Los primeros partidos los disputó con Héctor Llanos de compañero. Eran los años del escolar, que por entonces llevaba el nombre de la Sociedad Gastronómica Ametza, y los principales adversarios Carlos García y Sergio, de Adurtza, Txema Pérez, Vicuña, Tomás y Pedro Asurmendi y Tejada. A los 14, un clavo incurable en la mano derecha le retira prematuramente, no sin antes apuntarse, junto a Carlos García, el retoño de Amancio, un torneo en los Fueros organizado por el histórico e integrador dirigente vecinal del Casco Viejo, Rafael Ruiz de Zárate. “Yo jugaba un poco más a la izquierda -ya entonces sabía cómo utilizarla- y llevaba algo más el peso del juego”, recuerda Ruiz. En los primeros años, más que delantero y zaguero, los pequeños suelen colocarse más o menos cerca de la pared izquierda, dependiendo de las cualidades de cada cual.
Con 14 entra a formar parte del grupo de pala en el Zidorra. Entra de delantero, aunque con el paso del tiempo pasaría a jugar atrás. Coincide con los Bernedo, Aitor, el mayor era su entrenador. Igor, Carlos Pérez, los primos Arrieta, Bagazgoitia e Iturritxa, “un chiquitín que movía y arreaba la pelota como nadie”, y Valera, con quien, ya mayorcitos, caerían en la final de Liga Vasca de paleta cuero. Casi con los mismos y con los mejores de la especialidad, probaría con la corta con la que “en plenitud de potencia y fuerza, si empalabas bien? era visitar el paraíso”. Junto a Igor, eterno compañero, cuando Aramendía y Segura abrían y cerraban la Federación, cumpliría con el servicio sustitutivo de la mili, como objetor, rellenando cientos, miles de papeles, con resultados y clasificaciones del campeonato escolar. Así pasó las semanas de todo un año cuando acabó con el cupo de prórrogas por estudios para dilatar en lo posible la entrada en el servicio militar. Hasta que no le quedó otra.
La tercera etapa, “de la que más me acuerdo, la más divertida”, asume nostálgico, la cubriría jugando en el pequeño frontón situado en la trasera de la enorme cancha del estadio. Una caja de cerillas donde los cuatro fantásticos, los cuatro que hoy siguen jugando juntos cada jueves, se metían las gomas con la maciza, a pelotazo limpio, a veces al cuerpo -sin querer, es de imaginar-, con la idea principal de evitar que el rival sacara la pelota por la puerta trasera, “ese era el tanto, entre todos los demás”, y tomarse luego unas cervezas, costumbre que todavía hoy conservan, todos los jueves del año, cuando terminan en el trinquete, escenario de la cuarta de las etapas. Ésta se inició al derribar el frontón grande, “no quedaba otra que reciclarnos”, y sustituirlo por un trinquete. Los otros tres no, pero nuestro protagonista volvió a competir, a federarse y sentir los nervios y la presión de jugar de blanco. Primero con Monreal y luego con Garai y, este año, con licencia por Zidorra -“siempre”- cedido en Maitena con el amigo Kike Daubagna.
Ruiz es un bonachón cuyos hechos le preceden -por las obras le conoceréis-, un buen tipo que ha conocido “gente maja que me ha aportado mucho y con la que he disfrutado un montón”. Dice que “más que trofeos, la pelota me ha regalado gente y amigos”. Está encantado de competir contra chicas, ahora, en paleta argentina, donde el nivel de unas pocas les permite jugar con los hombres. De la Real a muerte, luego del Glorioso, fan de Depeche Mode, hijo de Jesús y Ester, marido de Judith y padre de Jone y Unai, atleta ella y futbolista él y casi copia; “otro buenazo, ya sabes? las chicas son?”. Y punto.