El Gran Premio de Azerbaiyán del pasado domingo puede marcar un antes y un después en el desarrollo de la competición. La mayor premisa del nuevo propietario de la Fórmula 1, Liberty Media, es el crecimiento del espectáculo. Las decisiones que se tomaron durante la carrera de Bakú abogan por él. Porque el espectador disfrutó de uno de los grandes premios más emocionantes de los últimos tiempos por que se vivieron situaciones poco cotidianas. Pero las decisiones adoptadas por la organización en base a dichas situaciones es cuestionable. No tanto para el marco del gran premio en sí, sino por lo que puede acontecer a partir de Azerbaiyán, donde se puede afirmar que primó la permisividad, y este concedió momentos debatibles. Por eso, en Bakú hay quien puede considerar que se abre una veda para futuras situaciones comprometidas.
Lewis Hamilton y Sebastian Vettel dejaron una imagen de escasa o nula deportividad, lo cual debe ser, irrefutablemente, uno de los principios fundamentales de cualquier competición. Y sin embargo, no hubo grandes consecuencias; o, al menos, no hubo las que podrían haber sido. Cuando Hamilton rodaba a rueda del coche de seguridad frenó innecesariamente su Mercedes para molestar a Vettel, que le secundaba. Pero el frenazo fue en un punto de aceleración. Aunque el inglés estaba en condición de poder hacerlo, porque tenía el privilegio de encabezar la carrera por detrás del safety car, y por tanto, decide cuándo relanza la carrera y cómo, el gesto fue feo. Juego legal, aunque sucio. Por eso no recibió penalización.
En respuesta a la maniobra de Hamilton llegó la de Vettel. El alemán, tras chocar con la parte trasera del Mercedes de Hamilton, ello por no respetar distancia de seguridad alguna, se tomó la ley por su mano. Puso su Ferrari en paralelo al monoplaza de Hamilton, y dio un volantazo para chocar contra el Mercedes. Por fortuna, ambos pudieron continuar en carrera, aunque perdieron sus opciones de victoria cuando rodaban en primera y segunda posición. Fue una pérdida de papeles en toda regla. Macarrismo en la alta competición. Imperdonable.
La organización actuó en consecuencia. Pero aquí brotan las dudas. ¿Por qué se espero a una sanción, en este caso para Vettel, hasta que se dio la circunstancia de que una pieza del monoplaza de Hamilton con visos de poder desprenderse y poner en riesgo a otros pilotos motivó a la organización a obligarle a solventar el problema en boxes? Queda la duda de qué hubiera sucedido si a Hamilton no le nace el problema y si no es obligado a parar. Dada la tardanza en la decisión de la penalización para Vettel, que fue de un stop and go de 10 segundos, se puede pensar que la actitud del alemán tal vez no hubiera sido sancionada.
Respecto a la sanción fue tan pequeña que, habiendo parado uno y otro piloto, Vettel ganó la posición a Hamilton. Además, hay antecedentes que acabaron en descalificación para quien obró como Vettel, en el sentido de dirigir su coche contra el de otro piloto. Sucedió con Michael Schumacher en 1997, en el Gran Premio de Europa de Jerez, cuando envió su Ferrari contra el coche de Jacques Villeneuve, causando un accidente que solamente dejaría fuera de carrera al propio Schumacher. Es cierto que aquella acción se dio en otro contexto. Schumacher quiso evitar el adelantamiento de Villeneuve porque implicaba que el canadiense conquistara el título. Además, la acción ocurrió a mayor velocidad que el percance de Azerbaiyán, por lo que implicaba un mayor riesgo para la integridad de los pilotos. Pero la acción fue la misma: un volantazo para impactar contra un rival. ¿Es que el contexto concede permisividad? ¿Es que son las consecuencias las que dictan la trascendencia de los hechos? Son respuestas que deberá ofrecer con el paso del tiempo la nueva organización de la Fórmula 1, que en Bakú pudo sentar antecedentes que pueden traer cola.
Después de la carrera llegaron las palabras. “Competimos como hombres, no era necesario frenar así”, dijo Vettel, que además dijo no entender la sanción. Seguido respondió Hamilton con un discurso belicoso y amenazante: “Si Vettel quiere probar que es un hombre, que lo haga fuera del coche”. Respecto al paddock, la mayoría de las voces criticó la actitud de Vettel, que fue tildada de “antideportiva y peligrosa”.
raikkonen insulta Por otra parte, en Azerbaiyán también se pudo ver a Kimi Raikkonen llamando “estúpidos” a la organización por mantener tanto tiempo en pista el coche de seguridad, enfriándose en consecuencia los neumáticos de los participantes. ¿Mala decisión de los mandamases? Puede ser, pero tampoco debe ser permisible el insulto, el cual además no tuvo consecuencias.
El aficionado, ávido de competencia en una F-1 carente de ella hasta el resurgimiento de Ferrari, celebra los duelos. Pero debe haber límites. Si no los hay, si no hay contundencia con las acciones reprochables, se abre la veda a una nueva Fórmula 1 que tendrá que ir escribiendo sus fronteras. Las formas, al fin y al cabo, hacen que un deporte o competición sea más o menos respetable.