1º Thor Hushovd (Garmin)3h31:38
2º Edvald Boasson Hagen (Sky)a 2"
3º Ryder Hesjedal (Garmin)a 38"
GENERAL
1º Thomas Voeckler (Europcar)69h00:56
2º Cadel Evans (BMC)a 1:45
3º Franck Schleck (Leopard)a 1:49
Etapa de hoy, 17ª: Gap-Pinerolo, 179 kms. ETB-1 (15.00 horas), Teledeporte (14.30) y Eurosport (13.00 horas).
GAP. En Gap, empapados, estrechan la mano y comparten sudor Alberto Contador y Samuel Sánchez. Así se cierran los grandes tratos. El suyo fue de los de hacer dinero. Compraron arena y vendieron petróleo. Eso era el col de Manse. Arena. Una tachuela larga, 9,5 kilómetros, pero suave, 5% de media. Hay que tener mucha vista para montar algo gordo allí y hacer que funcione. Pero, ¡eureka!, el negocio fue un bombazo. El detonador, Contador. Su rabia. Atacó sin descanso hasta que reventó a los Schleck. Solo Evans y el líder de Euskaltel le siguieron. En meta contaron los beneficios. Petróleo. La mejor parte para el australiano: tres segundos a sus socios tras un descenso prodigioso; 21 a Voeckler y Frank Schleck; 51 a Basso, y 1:06 a Andy.
El Tour empezó a arder cuando más llovía. La víspera de descanso en Orange, bajo el sol, en torno a la piscina, pantalones y camiseta corta, Samuel no se imagina que al día siguiente tiritará, delgadito como está, de frío. Aunque algo sabe del futuro el ovetense, que lee hasta donde no hay nada escrito. "Si alguien puede darle la vuelta a esto, ese es Contador". Piensa, de todos modos, en los Alpes, en las grandes montañas del Tour. En Izoard, Galibier, Alpe d'Huez… Puertos del tamaño de Contador. Colosos. El campeón español tiene otra cosa en la cabeza.
El pacto Se lo cuenta Samuel bajo la lluvia que acompaña al pelotón hacia Gap, la puerta de los Alpes. Madrileño y ovetense llevan todo el Tour confesándose. Cosas personales, cosas de carrera, sensaciones, pensamientos, ideas, sueños, frustraciones. "Tenemos buena relación", justifica Samuel. En Plateau de Beille, el de Euskaltel se le acerca y le cuenta sus planes. Que va bien, con idea, pero que no quiere perjudicarle. Alberto asiente. No hay problema. Más arriba arranca y araña otro puñado de segundos valiosísimos en su cruzada por el podio. De eso quiere hablarle Contador a Samuel cuando se le arrima en algún lugar de la región del Drome, entre colinas y viñedos, cuando la carrera corre hacia las nubes negras que borran, al fondo, las montañas. De la cruzada por el Tour, del inicio de algo histórico e incierto, de la remontada, de empezar cuanto antes, de hacerlo ya, ahora, unos kilómetros más adelante, en ese puerto de segunda que está antes de Gap. Con todo en la subida; sin temor en la bajada, pese a que sea la de la Rochette, estrecha y rugosa, la de la curva de Beloki y su recuerdo terrorífico.
Samuel no lo ve, no se ve. "Le he dicho que si él estaba bien, que adelante", cuenta luego. Pero no promete acompañarle. "Me ha dicho que iba algo justo", revela Contador tras la escabechina. La respuesta apena al madrileño pero no le frena. Nada detiene al Contador de siempre, al que le desborda la rabia y le guía el corazón, atributos de ciclista viejo.
el sorprendido andy Sufriente e indultado por los Schleck en los Pirineos, Contador emergió por sorpresa. "No me lo esperaba", dice Andy. Como en el repecho de Tropea en el Giro. La descolocación de sus rivales le dio ventaja y le permitió volar solo un rato. Acabó derribándole Cancellara, que llevaba metidos en el bolsillo a los hermanos y a Evans. Luego llegaron los demás. Voeckler resistía, claro. Y Samuel no se traicionaba. Llegó a su ritmo y cuando lo hizo trató tímidamente de continuar su camino. Esta vez no le dejaron. Ni a Andy poco después. El que creyese entonces que lo de Contador había sido un gesto de cara a la galería, una pose, atacar por atacar, es que no le ha visto correr los últimos cinco años. O nunca.
Dani Navarro allanó un poco más una subida poco inclinada y luego despegó de nuevo Contador. Esta vez fue Voeckler el que le sujetó. Y después se le arrimó Andy. Esta vez, de todas formas, no era un ataque como los demás del Tour, de esos duros pero cortos, gaseosilla, mirada atrás y parón, sino de los prolongados, los que hacen daño, de los que no hace falta girarse para comprobar su efecto. Un ataque de los de Contador. "No he visto nada. Solo quería atacar. Me daba igual quién cogiera mi rueda", relató después.
Bjarne Riis, su director, el que acabó con Indurain hace 15 años, lo contó de la manera más gráfica posible: "Alberto atacó y luego continuó y continuó y continuó…". Solo Evans y Samuel le siguieron.
Lo que no consiguió Contador en todo el pasado Tour, salvo en Mende, lo logró en el col de la Manse, un puerto manso. Sacó de punto a Andy. "No iba bien", reconoció el pequeño de los hermanos luxemburgueses, que se agarró a cola del grupito del resto de favoritos. El de Voeckler, Frank y Basso.
El descenso El ataque de Contador no acababa en la cima. Allí el botín era de una veintena de segundos. Seguía lloviendo, el piso brillaba como el hielo y la carretera era estrecha y revirada. Samuel, inopinadamente, fue prudente e hizo toda la bajada a rebufo. Inopinadamente, también, el que se lanzó a tumba abierta fue Evans. En plan kamikaze. Bajaba para ganar el Tour. Ya está más cerca. Se apuntó al negocio que montaron Contador y Samuel sacó la mejor tajada: tres segundos a la pareja, que relevó en el llano para tratar de cazar al australiano, fortísimo; 21 al grupo de Voekcler y Frank Schleck; 51 a Basso, y 1:06 a Andy.
¿Qué le sucedió al luxemburgués? Que tembló acobardado en el descenso y perdió la rueda del grupo de favoritos y, quizás, del Tour. "El descenso era peligroso", bramó en meta; "no he perdido la esperanza de ganar el Tour, pero esta carrera, la más importante del mundo, no se puede decidir en los descensos". Cerca de ahí, Contador, víctima el primer día del Tour, se frotaba las manos. "Hay que aprovechar cada momento. Es lo que dije que iba a hacer y lo que he hecho", dijo. El golpe del español despertó la admiración -"ha sido extraordinario", se descubrió Samuel- y rescató la euforia, tan inestable y peligrosa como la nitroglicerina. "Ahora sí, ahora ya es seguro que va a ganar el Tour", le soltaron. Y Contador, no asustado pero sí prudente, tuvo que echar agua a ese fuego. "Bueno, bueno, tampoco es para estar eufóricos". Dicho esto, se refugió en el autobús para planear su siguiente negocio.