Hablan con su música. Así lo van a hacer de nuevo en el marco del Harrikada Festibala, de cuyo cartel son parte Landa, Ines y Judy. Izarra se prepara para acoger, por segundo año consecutivo, un evento que quiere ser inclusivo, diverso y seguro para todas las personas, una cita en tierras alavesas que tiene en el techno su base principal pero sin cerrar la puerta a otros sonidos. Del 18 al 20 de este mes, la iniciativa no solo ofrecerá tanto sus actuaciones como las de Dasha Rush, Akua, Aerea... Talleres, performances y otras actividades no faltarán.

“Estamos más acostumbrados al formato de macrofestivales de 80 grupos aunque luego puedes ver a seis. Me gusta más este formato de festivales que atraen a mil y pico personas que tienen una visión más cercana y sostenible, y que realmente crean una comunidad”, apunta, desde Gasteiz, Judy. Junto a Landa e Ines son parte de las artistas de Euskal Herria presentes en el certamen. Y las tres coinciden a la hora de señalar la misma palabra cuando hablan de la cita de Izarra: comunidad.

Landa Clara Wildberger

“El festival es, ante todo, una forma de construir comunidad, y eso implica también construir y sostenerlo entre todas”, apunta Landa, a lo que Ines añade que “organizar algo desde la autogestión, haciendo un cartel impecable, es algo que hay que destacar”.

Frente a modelos masivos

En sus reflexiones hay una crítica común con respecto al modelo actual de eventos musicales al aire libre de los que Harrikada está muy alejado. “Especialmente en la última temporada, se ha hecho visible toda la trama de precarización y beneficio que sostiene a los grandes eventos musicales; ejemplo de ello son las críticas al Sónar por su colaboración con el fondo de inversión KKR, implicado en el financiamiento del genocidio contra el pueblo palestino, o el impacto social del BBK Live en nuestro entorno más cercano”, describe Landa.

Ines Iker Gozategi

Ante eso, el alavés “es un festival muy necesario en estos tiempos en los que los macrofestivales están copando muchos espacios, a muchos Dj y a muchos artistas que de normal no podemos ver en clubs. Hacer una labor curatorial bien trabajada en un lugar bonito y con tanto cariño y buen trato humano, es algo de agradecer. Es, para mí, el futuro de los festivales”, sostiene Ines, una idea que Judy refuerza con su experiencia en citas europeas que caminan por la misma senda: “es un formato en el que es mucho más fácil conectar con todo; se crea una comunidad mucho más interesante y divertida porque terminas conociendo a todas las personas que asisten”.

“Harrikada es un festival muy necesario en estos tiempos en los que los macrofestivales están copando muchos espacios”

Así se produce en la localidad alavesa, donde se plantea un evento de tres días al aire libre con entre 450 y 500 personas por jornada. “Que Harrikada tenga lugar en un pueblo como Izarra no es casualidad: las ciudades son, en muchos sentidos, cada vez más inhabitables. Eso no significa que haya que abandonarlas, sino que se hace cada vez más evidente la necesidad de buscar y reforzar modelos culturales alternativos y contestatarios, que apuesten por otros modos de habitar, crear y encontrarse”, destaca Landa.

Los sonidos y el lugar

Al fin y al cabo, el evento alavés organizado por el colectivo Harrika es diferente en muchos sentidos. “El estar en la naturaleza y no estar rodeada de cientos de personas que te están aplastando, yo lo agradezco un montón. Es verdad que el espacio del club me gusta pero estoy muy a favor de descentralizar lo que es la música electrónica. No todo tiene que suceder en el club de doce a seis de la mañana. También puede ser a otras horas, al aire libre y en la naturaleza”, afirma Ines.

“Nuestra escena tiene que aprender a valorarse a sí misma y no estar siempre pensando en clave extranjera”

“En lo musical, espacios como Harrikada resultan liberadores porque ofrecen una invitación a la experimentación. En los circuitos más comerciales, las y los artistas suelen verse presionados a ofrecer una imagen o un sonido fácilmente reconocibles; cuando se les programa, se espera que no se salgan de su línea habitual. Pinchar en Harrikada en cambio abre un espacio para la experimentación”, comenta Landa, que se mueve “entre sonidos muy diversos, desde el techno a ritmos más rotos y lentos. Estoy constantemente experimentando y transformando mi sonido, probando cosas nuevas dentro de esos géneros”.

Por ahí, de hecho, va a ir su propuesta en una cita en la que Judy planteará “un set de techno improvisado con mis máquinas. Últimamente estoy subiendo bastante las velocidades. Veremos cómo va el festival porque me suelo adaptar mucho al momento en el que estoy. Intentaré llevar un set bastante cañero pero sin desentonar con el instante en el que esté”. Todo ello con la única intención de que “la gente se lo pase muy bien y disfrute”.

“Lo que necesitamos es que los proyectos, colectivos y espacios que trabajan desde las bases se reconozcan, se articulen y se organicen”

Esa idea de adaptarse el momento está también en la mente de Ines. “Voy a tener un tiempo suficiente para contar una historia. Es verdad que yo no pincho techno, que es la línea del festival. Así que me gustaría ofrecer algo diferente. Me suelo mover por sonidos más experimentales. Me gustan las influencias de la música latinoamericana y de la árabe. Suelo empezar a velocidades más bajas e ir contando una historia que va creciendo y tomando intensidad”. Desde esa base, “me gustaría sorprender un poco a la gente. Siempre he pensado que, en cierto modo, los Dj tienen una faceta didáctica. Es seleccionar música que pasa por tu propio filtro y luego compartirla con otras personas. Quizás para ciertas personas esos sonidos van a ser más novedosos y los van a poder conocer. Así que me gustaría que la gente disfrute, que descubra nuevos sonidos y que baile”.

Eso sí, no pierden de vista que también quieren ser público de Harrikada y poder compartir las sesiones de otros nombres del cartel como Ander Arce, Eteranal y Kenya Arakama, por poner algunos ejemplos. “Y si hace falta, echar una mano a las compañeras de la organización en algún turno de barra o cualquier otra tarea, ahí estaremos”, dice Landa.

Escena

Antes y después de Harrikada, la labor de Judy, Ines y Landa se mueve en una escena vasca, más allá de sus actuaciones en otros lugares, que conocen bien. “Hay cada día más gente trabajando en esto, pero también creo que nuestra escena tiene que aprender a valorarse a sí misma y no estar siempre pensando en clave extranjera. Lo que le hace falta es seguir creciendo, mirar mucho hacia el interior y ver realmente lo que tenemos por aquí”, apunta Judy. 

“Quiero pensar que hay una escena bastante sana y bonita en cuanto a los entornos en los que yo me muevo. En Krii Kolektiboa, por ejemplo, organizamos fiestas y pinchamos en lugares que tienen filosofías muy parecidas a la nuestra. Me siento muy afortunada de ser parte de una escena que se cuida, se trabaja y que reflexiona”, más allá de que “encuentro cierta precariedad en todo esto. Hay que buscar entre todas maneras de crear una escena que no sea tan precaria”, dice Ines.

“Lo que necesitamos con urgencia es que los proyectos, colectivos y espacios que trabajan desde abajo, es decir, desde las bases, con pocos recursos o al margen de las lógicas mercantiles, se reconozcan mutuamente, se articulen y se organicen para fortalecer una red cultural verdaderamente alternativa”, concluye Landa.