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Pez Limbo crea su nueva obra entre Lasierra, Vitoria y Azpeitia

La compañía alavesa da vida a su nueva producción, ‘Ilargiaren Alabak-Hijas de la Luna’, a través de cuatro intensas residencias

Pez Limbo crea su nueva obra entre Lasierra, Vitoria y AzpeitiaAlex Larretxi

Todo cobra vida y sentido en el momento de la representación. Parece, en ese instante de encuentro con el público, que la acción transcurre aquí y ahora, sin que haya nada antes o después. Es parte de la magia de la escena. Pero para llegar a ese punto, en realidad, hay que recorrer un camino muchas veces desconocido por espectadores y espectadoras y, en no pocas ocasiones, hasta sorprendente. Por ejemplo, Ilargiaren Alabak–Hijas de la Luna, la nueva producción de la compañía alavesa Pez Limbo, quería ser, cuando no era más que una idea primigenia de Susana Teruelo, una pieza para el público infantil. Entre Lasierra, Gasteiz y Azpeitia, eso ha cambiado y mucho.

“Ella trajo la primera semilla. El germen era una pieza que tratase sobre el ciclo menstrual. En sus inicios se concebía como una pieza de teatro familiar” tomando como base la relación de una madre y una hija, recuerda Hannah Frances Whelan, directora de la obra. Con este planteamiento, Teruelo acudió a Eduardo Hernando, responsable de la compañía alavesa, quien invitó a Whelan a hacerse con las riendas del proyecto. Ahí es donde comenzó un proceso de creación colectiva y transformación que ha hecho, desde el pasado marzo hasta ahora, que todo cambie aunque ese cimiento del ciclo menstrual siga presente.

Pieza colectiva e itinerante

Será los próximos 29 y 30 cuando la obra se estrene. Lo hará, el primer día en euskera y el segundo en castellano, en el marco del Festival Internacional de Teatro de Vitoria. El escenario del Jesús Ibáñez de Matauco (centro cívico Hegoalde) será el lugar de encuentro con el público, quedando todavía algunas entradas disponibles, pero tampoco muchas.

El espectáculo, tanto en euskera como en castellano, se estrenará en el próximo Festival Internacional de Teatro de Gasteiz

Ahí se comenzará otra senda, la que llevará a Teruelo y Ainhoa Alberdi Gisasola por diferentes escenarios y teatros para seguir dando vida en cada representación de una producción que no solo interpretan puesto que ellas, como el resto del equipo técnico y artístico, han sido parte esencial de la creación de la obra, un camino que empezó en tierras alavesas el pasado mes de marzo.

Un momento de trabajo en el centro de creación Azala, el pasado mes de marzo.

En concreto, fue en la localidad de Lasierra, en el espacio de creación Azala, donde el equipo estuvo de residencia durante una semana. Allí se acudió con solo dos elementos en la mano. Por un lado, esa idea de hablar del ciclo menstrual. Por otro, la referencia del libro La Luna Roja, de Miranda Gray. Fue la estancia “más abierta” de las vividas en este proceso. “Fue como bajar todo lo del desván y abrir cada caja para ver qué había dentro. En ese contexto tienes que decir sí a todo, porque cualquier cosa puede ser y servir. Fue un instante supercreativo. Como la obra no existía, cualquier cosa podía ser”, recuerda la directora.

Desarrollando la pieza en Azpeitia, en el Soreasu Antzokia, el pasado septiembre.

“Fue un ejercicio de libertad absoluta sin ningún límite de nada. Fue una locura de semana, además en plena naturaleza. Además, nos hizo buen tiempo e hicimos muchas cosas al aire libre”, apunta Alberdi Gisasola. Con todo, sí había una guía sobre la que dar pasos, los cuatro arquetipos –la doncella, la madre, la hechicera y la anciana– propuestos en el mencionado libro, correspondientes a los momentos de pre-ovulación, ovulación, post-ovulación y sangrado. “Cada uno nos dio un marco en el que improvisar”.

La compañía salió de Lasierra como “30 metros por encima del suelo” y había que llevar todo ese trabajo “a tierra”. Eso se llevó a cabo en la segunda residencia, que se llevó a cabo entre finales de mayo y principios de junio en las tablas del Beñat Etxepare (centro cívico Iparralde). “Fue traer todo a las vivencias de las actrices, pero también de sus madres, de sus abuelas y de sus hijas” para convertir en algo tangible todo lo obtenido en Lasierra. 

En el Beñat Etxepare, durante la segunda residencia.

En las dos primeras semanas de septiembre se llevó a cabo la tercera residencia. En esta ocasión se salió de tierras alavesas para acudir al Soreasu Antzokia de Azpeitia. “Fue la estancia más difícil. Era el momento de concretarlo todo” también en el aspecto técnico con respecto a la iluminación, escenografía... “Fue un periodo de ajuste”, de asentar las rigideces de una obra teatral en un proyecto nacido en total libertad, como apunta Hannah Frances Whelan.

En el interior de Azala, ubicado en Lasierra.

La recta final

Por delante, solo queda un último encuentro, el que se va a llevar en el propio Ibáñez de Matauco para poner el broche final antes del estreno. Y todo partiendo de aquella semilla inicial de Teruelo. “No puedo estar más contenta y emocionada porque la obra no sería lo que es sin estas mujeres. Ha cogido una dimensión y una profundidad bestial”, explica la intérprete. “Ha sido muy interesante ver cómo, desde lo individual, de las experiencias de cada una, hemos llegado a un todo colectivo; e incluso a un masculino porque hablamos de mujeres, del ciclo menstrual, pero hablamos de ciclos vitales, de seres humanos”. 

Desde el pasado mes de marzo, la pieza, que toma como punto de partida el ciclo menstrual, ha ido tomando forma y fondo

Cuando llegue el estreno y el resto de las actuaciones que compondrán la gira del montaje, el público seguramente no será consciente de todo este camino colectivo e itinerante. “Tampoco lo necesita para percibir, vivir y sentir” la obra, según la directora. Pero lo cierto es que lo vivido en estos meses entre Álava y Gipuzkoa es un poso, un camino, una experiencia, que el equipo de Pez Limbo ya atesora.

“En los últimos cuatro o cinco proyectos en los que he trabajado, la fórmula de las residencias ha sido una constante”, dice Whelan. Ilargiaren Alabak–Hijas de la Luna no está siendo una excepción. “Es también una manera de permitir a la gente que, a la vez, pueda estar desarrollando otras actividades y proyectos. Es cuestión de atender a la multiplicidad de ventanas que se tienen abiertas”.