El teatro municipal de Amurrio va a levantar este sábado 14 de septiembre el telón de su nueva temporada con un espectáculo muy especial. Y es que el artista multidisciplinar e hijo de la villa Luis Vil llevará a su escenario el primer concierto de una gira, en acústico y formato trío, con la que quiere dar un repaso a sus veinte años de carrera en solitario. Aquella que empezó en 2004, dejando un legado de cinco álbumes, con más de 90 canciones y 30 singles en formato videoclip, de las que ha escogido 16 para conformar un show de en torno a hora y media de duración, que promete no dejar a nadie indiferente. De hecho, dada también su larga trayectoria tras la cámara –de la que dan fe un sinfín de cortometrajes, películas como 'Escisión' y videoclips, tanto propios como ajenos, como el que le encargó el Araba Euskaraz de 2013–, Vil da mucha importancia a la puesta en escena, por lo que ha redoblado esfuerzos para que la música vaya acompañada de un atrezzo de esculturas de hierro y madera, elaboradas por él mismo.
¿Le picaba el gusanillo del escenario?
–La verdad es que sí. Llevo alejado de ellos desde mi experiencia con Mushkum, hará unos cinco años, porque me quería centrar en el estudio para grabar canciones con un nuevo enfoque musical, además de videoclips, tanto propios como de encargo para otras formaciones, que llevan mucho tiempo. Quería descansar de la presión que exige el directo, con los kilómetros de carretera a compaginar con el trabajo, porque no soy de esos músicos privilegiados que puedan vivir de ello, pero al final hay un algo que siempre te llama a volver.
Lo va a hacer con un repaso a sus veinte años de carrera en solitario pero en formato trío.
–Mi idea era hacerlo yo solo, con mi guitarra y en acústico, por aquello de la ley del mínimo esfuerzo y no tener que mover mucho instrumental, pero se empezó a calentar mi entorno y no pude negarme. Ni a Josean Valle, que lleva conmigo toda la vida y en muchos de mis discos, y que me acompañará con su teclado y coros, haciéndolo más bonito, porque llevar alguien más siempre te protege de tu desnudez ante el público; ni, por supuesto, a mi hijo Jona, que está empezando ahora con la batería y nos vio ensayando en casa, y me pidió tomar parte de esta aventura.
¿Y qué tal lo lleva?
–(Risas) ahora mejor, porque la verdad que probamos el trío en acústico y suena genial, pero al principio no las tuve todas conmigo. No es que estemos en una edad para hacer el cabra, como antaño, pero no deja de ser tu hijo, y no te gusta que te vea en según qué circunstancias, de las que llevas intentando que no caiga desde la cuna. Creo que se me entiende (risas). Con todo, ha sido un buen fichaje, porque como esta influenciado por la música que yo escucho, no ha habido problemas para que capte y entienda a la primera el concepto de lo que quiero llevar al directo.
Celebra 20 años de creación musical, pero en realidad son más de 30.
–Sí, empecé algo así como que con 19 años, tomando parte de muchos grupos tales como Ironic Cáncer Phobia, Triturbo, Drellas y Rico Amor, La Mala Crianza y Mara Mara con Igor Arzuaga, o más recientemente el ya citado Mushkum y la Brigada Política Social, creada junto a María Rivero y de nuevo mi inseparable Josean Valle, y ¡espera! que ahora ando con un intento punk, del que no puedo avanzar más detalles. El maldito gusanillo por revivir la juventud, ya sabes (risas). Pero aquí se trata de dar un repaso a mi discografía en solitario y que conste que lo de los veinte años fue casualidad. Ahora justo que me apetece regresar al escenario, me pongo a revisar material y me doy cuenta de que han pasado dos décadas del lanzamiento de mi primer disco en solitario, Versos ajenos, y de ahí lo del vigésimo aniversario.
¿Qué se va a encontrar el público en su regreso al directo?
–Lo primero que no es un directo al uso, sino que va más allá. A parte de reinterpretar canciones que, en su día, fueron muy cañeras –como las del álbum Prototipo– y que he logrado pasar a formato acústico, lo que pretendo es romper esa idea de que lo acústico solo es para la clásica puesta en escena de gente sentada y reservada a música ligera o folk. En definitiva, demostrar que el rock en acústico puede ser tan enérgico como el eléctrico o incluso más. Además, vamos a intentar que el escenario sin músicos ya sea un espectáculo en sí mismo.
¿Cómo piensa lograr tal cosa?
–Dotando al directo de un efecto visual potente, un plus. Uno de mis hobbies, a parte de la música, es la artesanía. En concreto, trabajar el hierro y la madera en su estado salvaje, como ramas de árboles retorcidos y piezas extraídas de fundiciones. Así, sumando estas dos disciplinas artísticas: música y escultura, esperamos enriquecer la puesta en escena.
¿Puede poner un ejemplo?
–Pues mira, los platos de la batería, por ejemplo, parece que emergen de una arboleda. Un rollo muy telúrico en plan bosque encantado de Tim Burton, y hasta ahí puedo leer (risas).
¿Y en lo musical?
–Como ya he dicho es un repaso a los cinco discos de mi trayectoria en solitario, de los que he extraído y adaptado al acústico un total de 16 temas. Seleccionarlas no ha sido sencillo, pues quería abarcar todas mis vertientes, desde la más lírica y poética, pasando por la existencial, hasta la política, siempre con la intención de inquietar y perturbar a la audiencia y hacerla pensar. No me gusta que la gente venga a mis conciertos a desconectar.
Aparte de en Amurrio Antzokia, a partir de las 20.00 horas del sábado 14 de septiembre, y por un precio de entrada de 6 euros. ¿Tiene más fechas atadas?
–Sí, el 27 de este mes estaremos en el Hika Ateneo de Bilbo; el 8 de octubre, en El Parral de Gasteiz; el 19 de octubre, en el Motz de Urretxu; y el 8 de noviembre, en KulturLab en Laudio. A partir de ahí, seguiremos llamando a las puertas de salas y recurriendo a los bares clásicos que llevan toda la vida apostando por la música para ser escuchada y no como un simple reclamo hostelero. De hecho, nos encantaría lograr bolos en espacios distintos. ¿Por qué tiene que ser siempre donde se bebe?, ¿por qué no en una peluquería, el escaparate de cualquier tienda o en mitad de un comercio de exposición de muebles…? No sé, es algo que me sugiere mogollón. l