“Cada libro es especial, pero es verdad que este tiene un brillo que lo diferencia. Hay que celebrar lo que está ocurriendo con él porque la vida del escritor no suele ser así”, dice Patxi Zubizarreta. Sobre la mesa se encuentran juntos, uno al lado del otro, Zerria (Erein), con el que el autor ha conseguido el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Euskadi en la misma modalidad y el Premio Xabier Lizardi, y Porcus (Alandar-Edelvives), traducción al castellano que ha sido realizada por Itziar Ortuondo con la “compañía”, del propio escritor.
“Decían Paul Auster y Milan Kundera que la traducción es, quizá, el mayor premio para un escritor. En ese sentido, estoy muy satisfecho”, apunta, antes de añadir que “para nuestra cultura, cada obra que se publica en otras lenguas es una celebración. Paso a paso, esta caravana de la literatura en euskera en la que estamos metidos está llegando a sitios insospechados”.
“A nivel social y político, hace un frío que es difícil de soportar. La literatura, en ese sentido, nos cobija y nos ofrece un pequeño fuego”
Lo dice en uno de los pocos momentos que, de un tiempo a esta parte, está teniendo para quedarse en Gasteiz. Sobre todo la obtención del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil ha alterado la agenda de manera importante. Desde su concesión, “estoy en un proceso en el que todavía vivo como un tipo de jet lag, como cuando vienes de Nueva York al aeropuerto de Madrid y todavía tu alma no ha llegado. Estoy un poco desubicado”, sonríe.
Asumiendo que “tengo la suerte de disfrutar el día a día”, lo cierto es que “desde el Nacional, estoy en una especie de Día del Libro continuo. No he parado y vuelvo ahora a los encuentros, a las ferias... y me han surgido infinidad de viajes”. La agenda está complicada. Pero eso no es un problema. Todo lo contrario. Zubizarreta repite en más de una ocasión la necesidad de poner en valor la literatura y el punto de encuentro que supone entre las personas. Más allá de que todo lo que está aconteciendo le pilla “sin nada entre manos. No tengo la necesidad de escribir”. Eso sí, “estoy leyendo un montón en los viajes”.
Un “tema duro”
En esas idas y venidas que le alejan de la capital alavesa, Zubizarreta lleva ya bajo el brazo un Porcus que presenta al público “un tema duro, cáustico e incómodo”, una historia realizada hace ya más de tres años, “aunque como estoy hablando tanto de ella, todavía la tengo fresca”. Recuerda el autor que “Luis Mateo Díez dice que la literatura no nos ofrece un bálsamo para curarnos, sino que nos señala lo que tenemos. Y lo que tenemos nosotros es un mundo muy complicado y frío”.
“Para nuestra cultura, cada obra que se publica en otras lenguas es una celebración. La literatura en euskera llega a sitios insospechados”
En este sentido, sabiendo que “a nivel social y político, hace un frío que es difícil de soportar”, Zubizarreta defiende que “la literatura, en ese sentido, nos cobija y nos ofrece un pequeño fuego. Kafka decía que un libro tiene que ser como un hacha que rompa el hielo de nuestro interior. Es el objetivo en este caso, contando también con unas pequeñas dosis de poesía”.
Así, entre estas páginas, se habla del desencanto, del cambio climático, de la necesidad de luchar por lo que se cree, de la condición humana... Todo ello partiendo del personaje de una glacióloga que inicia una investigación tras encontrarse dos cuerpos en un glaciar que se está derritiendo. Eso le lleva a conocer una historia que tiene base real, la de un cerco “que provoca una especie de infanticidio en una aldea de Iparralde”. De un puerco que se acerca a la cocina de una casa, donde vuelca la cuna en la que está un niño, un bebé al que muerde, lo que provoca que el pequeño se desangre y muera. El animal es juzgado, condenado y ajusticiado como si fuera un ser humano.
“La pregunta clave es qué nos diferencia de los animales. La respuesta es que casi nada, si no es la cultura, el arte, la literatura”, señala Zubizarreta, que para llevar esta obra al castellano ha vuelto a contar con Ortuondo, “una cómplice literaria que me acompaña desde mis primeros libros”.
De hecho, el autor vuelve a esa idea de la caravana. Un libro no es solo de una persona. Por eso menciona de manera especial a la editora con la que ha trabajado en Porcus, Llanos de la Torre, así como al también escritor Manu López Gaseni, quien también ha aportado su mirada a una traducción que ya está disponible y que, en este caso, no cuenta con el aporte de la ilustración que sí tiene el original.