“Nos cuesta sacar pecho”, sonríe Unai López de Armentia. Pero es verdad que “estamos en el lugar en el que soñábamos”, asegura Garazi López de Armentia. Hace justo diez años, el jueves 19 de abril de 2013, ambos ejercieron de anfitriones de la apertura en la plazuela Aldabe de la sala Baratza.

El espacio a poco más de un mes de su apertura en 2013. | FOTO: J.R.G.

Se ponía así en marcha de manera oficial –porque en realidad se venía trabajando en el proyecto tiempo atrás– un espacio para las artes escénicas y para la cultura en general, para programar pero también para formar, apoyar y colaborar, para establecer redes –que han llegado a distintos países– y acoger residencias artísticas, para ser sede de distintas compañías, artistas e iniciativas...

Unax Ugalde junto a Garazi y Unai López de Armentia en la inauguración del proyecto, el jueves 19 de diciembre de 2013. | FOTO: JORGE MUÑOZ

Nacer en una crisis económica y sobrevivir a una pandemia. Por solo llegar hasta aquí a pesar de estas dos circunstancias, la fiesta del décimo cumpleaños estaría más que justificada. Pero no son necesarias estas excusas. Hay mucho que celebrar entre estas pareces. Así va a suceder este próximo sábado 16. Será un día para compartir, recordar, mirar al futuro, disfrutar y, cómo no, dejarse llevar por algunas de las propuestas escénicas preparadas.

En la puesta de largo de Synchro Gune en 2016. | FOTO: J.M.

El sábado 16, el espacio de la plazuela Aldabe celebrará su cumpleaños con una fiesta en la que no faltarán diferentes actuaciones

Serán piezas preparadas y adaptadas para la ocasión. La idea es comenzar hacia las siete de la tarde. Ahí estarán Txubio Fernández de Jáuregui y Ricardo del Conde, de Monstrenko y Kalakalab, que realizarán una versión de Corriente continua, una pieza en la que se juega con el cauce el río Zapardiel. También Javier Barandiaran con J. B. Pedradas hará un pequeño monólogo e Idoia Zabaleta ofrecerá “una sorpresa”. No faltará la música en directo y una sesión de Dj que pondrá el broche a la jornada.

Presentación de la mediateca de la sala. | FOTO: A.L.

La huerta

En este decenio es mucho lo hecho y andado, pero en el espacio tienen claro que lo suyo “es una carrera a fondo; nuestra misión es a largo plazo, de mucho trabajo y de ir poco a poco”. Estos primeros años “han sido como poner la nueva tierra y ahora empieza a crecer un poco. Tal vez dentro de diez años estemos recolectando más”.

Durante una actuación en 2017. | FOTO: CEDIDA

De cara al calendario más inmediato, la intención es mantener las bases que ya están asentadas. Es decir, se seguirá con la programación de festivales y eventos como el Bertako Fest o las Noches Scratxe; se mantendrá la formación, tanto regular como a través de cursos específicos; se consolidará, e incluso se quiere hacer crecer, el programa de residencias... “Queremos que sea cada vez más un espacio de creación que de programación. Lo que nos motiva como artistas son los procesos de investigación y experimentación”.

“Una de las cosas más bonitas de estos diez años ha sido el equipo humano que ha conformado este camino. Eso ha sido muy especial”

De hecho, mirando a ese mañana aparece la posibilidad de decrecer. “Hemos hablado de eso alguna vez” con la idea de que Baratza sea “un espacio completamente destinado a la creación y al trabajo comunitario”. Con todo, el trabajo diario deja poco hueco para idear ese mañana. Aquí las jornadas son intensas, también de la mano de las diferentes iniciativas externas que alquilan las salas.

Eso sí, y en los últimos años se han vivido ejemplos de ello como el proyecto europeo I will be everything, la vocación hacia el exterior es también permanente. Así por ejemplo, se está trabajando con una compañía de Noruega en estos momentos para establecer un programa Erasmus.

“Las visiones que vienen desde fuera no solo de la sala sino también de Gasteiz son muy enriquecedoras”. Las redes internacionales aportan y mucho, aunque también sirven para constatar las grandes diferencias en cuanto a apoyos, recursos y niveles económicos con los que la cultura puede desarrollarse en países no tan lejanos.

El factor humano

En Baratza saben que, en cualquier sector y no solo en el cultural, que una iniciativa cumpla sus primeros años de vida habla de consolidación, de redes, de ser parte a tener en cuenta del tejido... Es la realidad de una sala que solo unas pocas semanas antes de abrir sus puertas en aquel diciembre de 2013 era un ir y venir constante de operarios empeñados en que todo estuviera a punto para el gran día.

Hubo mucho trabajo previo, reuniones, planificaciones, contactos... una senda en la que “Jemima Cano fue nuestra hada madrina y Andoni Garaizar, de Kultiba, nuestro hado padrino. Fueron una ama y un aita no solo con respecto a la gestión del espacio”. Ella sigue vinculada al proyecto. Él, por desgracia, falleció hace poco. “Una de las cosas más bonitas de estos diez años ha sido el equipo humano que ha conformado este camino. Eso ha sido muy especial”.

“Esto es un sueño hecho realidad que parte de la base de que el mundo puede ser diferente. Y eso es una idea que se ha compartido”. En esa relación con terceros, la pandemia supuso un punto de inflexión. “Tuvimos las cartas sobre la mesa” porque la realidad es que Baratza nunca ha pensado en cambiar de sede su espacio pero sí ha puesto en duda la continuidad de su senda.

En plena crisis sanitaria se apostó por compartir la idea y hoy, entre estas paredes, se encuentran trabajando Pez Limbo, Kalakalab, Parasite Kolektiboa y Arrakala Koop. “Es muy divertido porque siempre hay gente. En eso también ha cambiado mucho de cuando empezamos”. De ahí nació Topa!, una iniciativa que permite a sus entidades promotoras soñar y diseñar proyectos vinculados a la creación contemporánea, el trabajo con los públicos y la gestión cultural.

Esa idea del trabajo comunitario ha sido una constante en este decenio pero en la sala hay autocrítica porque no se está consiguiendo que la gente del barrio más cercana a Baratza termine de entrar al espacio y usarlo, tampoco la gente joven. “Sabemos que es un trabajo que se hace poco a poco y sí estamos viendo algunos resultados”, pero queda labor por llevar a cabo.

Al fin y al cabo, “esto es un acto de resistencia”, un proyecto que “está todo el rato dentro de ti. No es un acto lucrativo, es un acto de resistencia. Hay un sector, hay muchas cosas que no se atienden y nosotros queremos hacer la apuesta de que tengan su espacio y su lugar. Mucha gente que está empezando o que quiere saber, llama. Una de nuestras intenciones es la profesionalización del sector y en ese sentido damos asesoramiento sobre distribución, cómo hacerse autónomo”. Es una apuesta a seguir y reforzar.

Todo ello desde un “espacio alternativo e independiente” que también cuenta con una financiación pública. “Al final, el mayor cliente de esta sala es la institución”, con las incertidumbres que eso suele suponer. Eso es algo que no ha cambiado en este decenio. Quién sabe si lo hará a futuro.

“Internamente, sí hay mucha diferencia con respecto a cómo estábamos en 2013. Incluso hablando del público que tenemos. Hay gente muy fija y sabemos que Baratza ya tiene un nombre hecho. Hacia dentro, todo se ha transformado con respecto a quiénes éramos, cómo hacíamos las cosas y toda la energía que necesitábamos para dar pasos”. La experiencia es un grado. De todas formas, en la huerta siempre se aprende. Por delante queda mucho por hacer y conocer.