Tiene su cierta lógica. Aquello que no se ve, no se percibe, no parece que está, aquello que es tan pequeño que no se tiene en cuenta, se tiende a minusvalorar. Pero es un error. Por recurrir al tópico, hasta el simple aleteo de una mariposa tiene sus consecuencias. Desde esta semana y durante un año, el Museo de Ciencias Naturales de Álava dedica una exposición a ese mundo de lo inadvertido y no solo por un afán divulgativo.

Infimum también pone algunos ejemplos de cómo en torno a determinadas partes de ese universo de lo imperceptible, el ser humano encuentra formas de hacer dinero. Pasa, por ejemplo, con la llamada lenteja de agua. En estos momentos, hay varias patentes o ya aceptadas o en curso entorno a ella tanto para su uso como pienso para animales –el campo en el que todo está más desarrollado y comercializado– como para alimentar a personas. Destaca su alto valor en proteínas y su capacidad de reproducción, ya que se multiplica velozmente.

Es solo uno de los ejemplos de los que se habla en esta muestra, como apunta Jesús Alonso, hasta ahora responsable técnico del museo, aunque tras casi 35 años ligado al Ciencias Naturales de Álava, deja su cargo debido a su jubilación. La exposición está comisariada por el naturalista, orquidólogo, micólogo, fotógrafo e ilustrador Carlos Hermosilla. Su pasión por la observación del mundo natural, como explican desde la Diputación Foral de Álava, le ha exigido dominar las técnicas de fotografía macro en campo, el macro extremo, la microscopía y el dibujo científico, para acceder al mundo de lo ínfimo y tomar buena nota de cuanto en él acontece, o sólo de aquellas cosas que tras notable esfuerzo alcanzamos a ver.

Se ha elegido como imagen capital de la exposición la mencionada lenteja de agua, la planta con flores más pequeña del planeta. A través de ella y de otros elementos temáticos integrantes del infinito microcosmos natural, se pretende ofrecer al visitante una puerta de acceso a un mundo extraordinariamente cercano, “pero al mismo tiempo casi imperceptible a nuestra experiencia ordinaria”.

‘Mierda de vida’

La muestra –que toma el relevo a la exitosa exposición sobre meteoritos– está dividida en varias partes que miran, por ejemplo, a la gamba de río, las hydras o las orquídeas abejas. “Estamos ante una propuesta de un amplio conocimiento científico”.

Un recorrido en el que tampoco falta el humor y la reflexión, y algún ejemplo que chocará como una caja de congelados de una conocida marca que aparece en una de las vitrinas. Pasa también en algunas secciones como El invasor, que habla de plantas, insectos, hongos, peces y demás especies invasoras; o en Mierda de vida, en la que se observan excrementos llenos de hongos como los “psicodélicos” monguis. “Escarabajos peloteros, moscas y avispa consideran estas cacas un manjar y se alimentan de ellas. La mierda de unos es la vida de otros”.

La muestra se completa en algunos expositores con la utilización de códigos QR que remiten a artículos especializados para quienes quieran profundizar todavía más.