El realizador Imanol Uribe (San Salvador, El Salvador, 1950) regresa a la gran pantalla con Llegaron de noche, una película que narra la historia real de Lucía, la única testigo en la matanza de los jesuitas en El Salvador en 1989. Ella fue quien vio cómo, en plena guerra civil salvadoreña, seis sacerdotes jesuitas y dos empleadas fueron asesinados en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en San Salvador. Inmediatamente, el gobierno culpabilizó a la guerrilla del FMLN, pero Lucía había visto quiénes eran los verdaderos asesinos: el ejército.
Se acaba de estrenar ‘Llegaron de noche’, un proyecto que le ha supuesto seis años de trabajo. ¿Había ilusión por que la película por fin llegase al público?
-Sí, estoy ya pensando en otro proyecto pero siempre tienes la mochila de que hasta que no la ve la gente, no te la quitas de encima. Han sido seis años y un parto extraordinario.
¿Qué se van a encontrar los espectadores que se acerquen a la sala de cine?
-La historia de Lucía, una mujer que por haber presenciado accidentalmente la matanza de los jesuitas en El Salvador, le cambió la vida para siempre. Y además eso, obviamente se cuenta lo que fue aquella masacre.
¿Cuál fue la chispa que le emnpujó a llevar la historia de Lucía a la gran pantalla?
-Aparte de mis condicionantes salvadoreños porque nací allí, estudié con los jesuitas y conocía a Ignacio Ellacuría -uno de los jesuitas asesinados-, leí Septiembre, la novela de Jorge Galán que habla sobre aquello desde un personaje, Lucía, que fue la única testigo que lo presenció. Encontré la manera de contar esta historia, que es conocida y se sabe el final, a través de un punto de vista que me parecía muy atractivo: el de alguien que por estar en un momento y sitio preciso, le cambia la vida para siempre.
La película tiene a Lucía como punto de vista sobre lo sucedido, ¿cómo es su mirada?
-En estos tiempos que corren de fakes news y en los que la verdad se manipula constantemente, me parecía estupendo el punto de vista de una mujer humilde, que se juega su vida y la de su familia por mantener la verdad. Me parecía extraodirinario, es el punto de vista de alguien que defiende la verdad por encima de todo. Porque parece que no fue la única que vio aquello, en la película se cuenta cómo hay dos vigilantes nocturnos de la UCA que se van corriendo y no quieren saber nada. Y Lucía sí es muy potente en ese sentido, aunque eso le costó todo para siempre. No ha podido volver al Salvador y vive en un pequeño pueblo en California.
¿Cómo está ella a día de hoy?
-Ella está bien, es una superviviente. Se portó con nosotros de manera muy generosa y le resultaba muy duro, se rompía cada dos por tres y se echaba a llorar con sus recuerdos... Juana -Juana Acosta, quien interpreta a Lucía en la película- estuvo con ella también allí, repasando con ella línea a línea los diálogos, luego Lucía aportaba su visión... La verdad que han estado en contacto directo todo el tiempo en la preparación. Y después, cuando Lucía ha visto la película, le ha pasado lo mismo: que volvía a romperse a llorar y recordaba lo buenos que eran los padres, afectada como si hubiera pasado hace dos semanas.
¿De qué manera se cuenta lo sucedido en la película?
-La estructura de la película está centrada en el interrogatorio que Lucía sufrió durante ocho días con el FBI en Miami. Ella llegaba allá protegida por los jesuitas pero el FBI la secuestró directamente y la tuvieron encerrada junto a su marido y a su hija. Le presionaron psicológicamente hasta el punto de que casi casi consiguieron que cambiase su voluntad... Y esa es la espina dorsal del relato, a partir de ese interrogatorio, vamos yendo y viniendo en la historia del personaje.
La matanza de los jesuitas sucedió en 1989 y han pasado más de treinta años de lo sucedido, ¿en qué punto está ahora el caso?
-Han pasado varias cosas. Cuando estábamos acabando el rodaje, la Audiencia Nacional condenó al coronel Inocente Orlando -que vaya nombre- y le cayeron 133 años de cárcel. Él es el único que de verdad está condenado por todo eso, porque aunque ha habido algunos otros casos, los han amnistiado... Ahora además se ha reabierto el caso en El Salvador y hace 20 días dieron una orden de detención el expresidente Alfredo Cristiani para que se presentara a juicio.
¿Cómo han recibido en El Salvador que se haga una película del caso?
-Lo que me llega es que hay mucho interés por verla. En algún coloquio he estado con salvadoreños que tienen familiares allí y me dicen que están con muchísima expectación.
Para los jesuitas también será un proyecto especial, ¿no?
-Sí, estuve en contacto con el padre el padre José María Tojeira -quien en 1989 era el superior provincial de los jesuitas en Centroamérica- que vio la película y a través de él me ha llegado la opinión de gente que está muy interesada en verla también.
¿Cree que esta película es una manera de hacer justicia?
-Bueno, ahí han quedado registrados los hechos de la manera más fielmente que hemos podido, basándonos en los testimonios de la gente que lo sufrió y en los datos que hay. Entonces, al menos, yo creo se merecía un recuerdo, porque quizá en la actualidad hay gente joven que no saben que aquello sucedió.
La historia sucede en El Salvador, pero el rodaje se desarrolló en Colombia y en Navarra. ¿Cómo fue la grabación en la Comunidad Foral, que les llevó a localizaciones como el aeropuerto de Noáin o el Colegio de Médicos?
-Estupendo, aunque tuvimos la mala fortuna de que nos pilló con la pandemia y estaba todo cerrado, cuando éste era un sitio estupendo porque cuando acabas una jornada de rodaje lo que te apetece es ir a tomar un vino, una cena rica... (Risas). Y estábamos recluidos en le hotel, pero bueno, el rodaje fue estupendo y el equipo navarro fantástico también.