tevie Van Zandt, también conocido como MiamiSteve y LittleSteven, es músico, escritor, productor, actor, locutor de radio y activista. Su autobiografía, Flechas y rechazos (Libros del Kultrum), es un tobogán de triunfos y fracasos, que combina su éxito como guitarrista de Springsteen y su nula exposición pública en solitario. “Me encanta ser la mano derecha del jefe, ser el segundo de a bordo, el consiglieri”, indica en el libro, en el que el estadounidense repasa su carrera musical y como actor en series como Los Soprano.
Van Zandt tuvo problemas para acabar secundaria, pero tiene muy claro qué y cómo contar su vida. Aunque su autobiografía “solo refleje el 10%” de lo que sucedió, lo hace con tino, análisis certeros, multitud de datos y sinceridad. Y su vida y su carrera acaba siendo una oda a la música de los 50 y 60 -época del “Renacimiento gracias al rock´n´roll”-, a la educación y las Artes. Las casi 600 páginas sorprenden al explicar que Stevie no nació en New Jersey, al contrario que Springsteen. Su familia, de origen italiano y con un padre no el biológico- que cantaba y tocaba la trompeta, se trasladó desde Boston cuando él tenía ocho años.
En 1961, con solo 10 años, dejó de ser “un meapilas religioso” y abrazó “el fanatismo del rock” con su primera epifanía al oír Pretty little angel eyes, de Curtis Lee. La segunda llegó con The Beatles y la tercera, ambas en 1964, con los Stones. Aquel chaval colgado de El Zorro, Tarzán y West Side Story, de los de Liverpool destaca todo: “su extraordinario pelo, ropa, sonido, actitud, inteligencia, ingenio y acento”. Y de Jagger y Richards, “su primitivismo”. Fueron “la primera banda punk”, escribe. Y con estas enseñanzas fue curtiéndose en grupos como The Mates, The Source, Gingerbread o Dor Zoom & The Sonic Boom, a la vez que conocía a Springsteen, con apenas 15 años, se hacían amigos y empezaron a tocar juntos. “Éramos una vergüenza para nuestros padres y compartíamos un sueño”, recuerda.
Con Springsteen mantiene “una historia de amor fraternal que iba a durar de por vida”. Por ello, Bruce entra y sale en el libro sin pedir permiso aunque, curiosamente, Stevie se quedó fuera de su banda, The E Street Band, y se dedicó a la construcción durante dos años hasta que entró en un estudio con Bruce en Born to run, a raíz de unos arreglos -su especialidad, junto a la producción- para Ten Avenue Freeze-Out. Steve, ecologista que huye de la naturaleza y vegano que tiene el pecado ocasional de la carne, siguió siendo su consiglieri en Darkness on the edge of town y The river -“mi favorito oficial”-, hasta que dijo agur en Born in the USA al sentirse “un cero a la izquierda”, reemplazado por Jon Landau.
Con su sueño logrado, ser una estrella del rock, abandonó el barco. Fue “un viaje a lo desconocido, en soledad, para conocer cómo funciona el mundo y, por añadidura, para aprender sobre mí mismo”, escribe Van Zandt. Los rechazos a los que alude el título del libro se iniciaron entonces y se circunscriben a sus cinco discos del siglo pasado, conceptuales y de corte político, en los que pasó del rock-soul al reggae, el rock y blues de los 70 y el hip hop. “No los oyó ni el Tato”, reconoce, aunque el repertorio Voice of America y Men without women merecieran mejor suerte. El hombre que debe su célebre banda a su pasión por El Zorro y a un accidente de coche que acabó impidiendo que el pelo le crezca “como es debido”, dedica muchas páginas a su labor como productor y compositor, especialmente para sus colegas Southside Johnny & The Absbury Jukes, “la versión rock de Sam & Dave” y “la perfecta banda de bar”. “El dinero y yo nunca nos hemos llevado bien”, escribe alguien que tiene por costumbre invertir todo su presupuesto en los proyectos en los que cree. ¿La consecuencia? Se ha arruinado varias veces. Su labor como activista tampoco ayudó nunca a su estabilidad financiera.
El verso de Dylan “yo estoy en la acera pensando en el gobierno” (de Subterranean homesick blues) le lanzó a “unir pop y política”, comprometiéndose con la defensa de los derechos humanos. Y le dio siempre igual la localización de sus conculcaciones, bien fuera en su país (comunidades negras o indios nativos), Nicaragua, Polonia, el Sahara o Sudáfrica. Especialmente en el país africano, con el que se volcó para lograr la libertad de Mandela y el fin del apartheid. Incluso con peligro para su vida, ya que llegó a entrar en los ghettos de Pretoria escondido en coches para reunirse con activistas. Las amenazas y los machetes eran habituales en sus discusiones.
Su mayor logro fue Sun City, un movimiento que aceleró la caída del apartheid y que abogaba por el boicot cultural al casino que llevaba ese nombre. Y mientras Paul Simon no lo secundó (le pone a parir), sí le apoyaron Dylan, Springsteen, Ringo Starr, Pete Townsend, Bono, Rubén Blades, el rapero Melle Mel o Jackson Browne. También explica al detalle otro de sus éxitos, su Plan de Estudios, que implica el estudio de la música y las artes en el sistema educativo de su país, para cuya mejora aboga por crear un foro de pensadores, una economía verde sostenible, poblaciones de transición para los sintecho, la reducción del ejército o el nombramiento de jueces ateos para el Tribunal Supremo.
El libro, que incluye anécdotas como la de Springsteen huyendo de Janis Joplin porque “quería merendárselo”, o varias conversaciones impagables con un Dylan siempre en su mundo particular, deja para el final la reunión de The E Street Band, para “preservar esas especie en extinción llamada rock”, además del regreso de su propio grupo, The Disciples of Soul, con el muy destacable Summer of sorcery, y su trabajo como actor en Los Soprano, Lilyhammer o con Scorsese en El irlandés, en su programa de radio y su sello discográfico. Y aunque ironiza con lograr “un trabajo estable”, reconoce que cuando Paul McCartney se subió a un escenario con él sintió que aquel “bicho raro” adolescente había encontrado su lugar en el mundo.
El libro de Van Zandt incluye anécdotas como la de Springsteen huyendo de Janis Joplin porque “quería merendárselo”