Puede parecer que ha pasado mucho tiempo, pero es solo un año. Nada más. Cuando, en su conjunto, el sector cultural alavés estaba empezando a ver con algo más de claridad la salida de las consecuencias de la crisis económica de 2008 llegó el covid-19 y el apagón fue total, aunque no de golpe para las diferentes áreas de creación y los profesionales vinculados.

Doce meses después, nada es como antes. Y el final del túnel no se vislumbra, aunque haya alguna estadística, como la reciente sobre hábitos de lectura, que incluso de la impresión de que el mundo de la publicación literaria, librerías incluidas, está saliendo bien parado.

Lo cierto es que desde la primera semana de marzo de 2020, los cierres y cancelaciones estuvieron sobre la mesa aunque todavía quedaban días para la declaración del estado de alarma. De hecho, el pianista Iñaki Salvador, que el jueves 5 tocaba en el Dazz, ya mostraba sus dudas a este medio antes de hacer una entrevista por ese concierto. "Esperemos que nos dejen ir. ¿Cómo está por ahí la cosa?". La actuación sí se pudo realizar, pero para ese momento ya se habían suspendido, por ejemplo, los recitales didácticos de la Banda Municipal de Música de Vitoria así como un programa de encuentros poéticos en residencias de personas mayores.

Fueron las primeras señales de la cascada que se fue sucediendo desde el lunes 9 de marzo, cuando se tomó la decisión de que la educación parara. Los centros especializados en formación cultural bajaron la persiana de inmediato, inventando en las siguientes semanas diferentes maneras de seguir con las clases de manera onlineonline.

Pero esa jornada no solo se despidieron, en principio por quince días, los alumnos de los conservatorios Jesús Guridi -con la consiguiente congelación de ciclos como Ondas de Jazz- y José Uruñuela, del Taller de Artes Escénicas o de la Escuela de Artes y Oficios, sino que también la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa tomó la decisión de no seguir adelante.

A partir de ahí, el dominó fue incesante. El 10 se produjo la última actuación teatral en Álava. Fue en el Principal de la mano de La Joven Compañía, que pudo representar Gazoline. Y se acabó hasta mediados de junio, aunque la primera suspensión de actividades de la Red de Teatros de Gasteiz solo duraba, en principio, hasta el 22 de marzo.

El día 11 fue el turno de casi todo lo demás, empezando por los museos y salas de exposición, centros culturales y espacios como la sede de la Fundación Sancho el Sabio. Además, escenarios como los de Jimmy Jazz, Urban Rock y Le Coup cancelaron todo lo que tenían previsto para ese fin de semana, una decisión que se mantuvo en el tiempo.

De hecho, hay tablas que casi no han podido volver (como las de Burubio en Amurrio) o que directamente siguen cerradas. El 12 se sumó casi todo lo que quedaba todavía con intención de llevarse a cabo, como una conferencia en Zas Kultur. Y el 13, los últimos que quedaban en pie, los cines, pusieron la guinda.

Hubo, por supuesto, quien pudo seguir trabajando sin sentir en un primer momento el golpe de la marejada, como fue el caso de los ilustradores, por ejemplo. Pero más tarde o más temprano, la ola no dejó a nadie seco. Y la palabra incertidumbre, tan habitual en el sector cultural, dejó de ser recurrente para convertirse en omnipresente.

Es verdad que con el paso de este año se han intentado fórmulas online, aunque han demostrado ser, desde un punto de vista económico, un callejón sin salida en la gran mayoría de los casos; es cierto que se ha vuelto a los espectáculos en vivo, aunque lo que no está respaldado por lo público es un pozo sin fondo que causa pérdidas importantes; es real que algunas ayudas públicas están demostrando ser eficaces, pero cualquiera es consciente de que esa fórmula ni es infinita ni siempre acierta.

Durante el confinamiento se repitió hasta la saciedad que la cultura había sido la tabla de salvación de muchos. Tras la desescalada, el mantra que se escucha una y otra vez es que la cultura es segura. Pero aún siendo ciertas ambas cuestiones -más allá de los matices que sería preciso hacer-, la realidad dice que aquel apagón de hace un año sigue siendo presente.

Las salas comerciales de cine fueron las que más aguantaron abiertas pero en muy pocos días la tormenta perfecta acabó con todo

Antes incluso del cierre de los colegios, a principios de marzo de 2020 ya se empezaron a cancelar citas por la presencia del covid