Dice Andreu Buenafuente como presentación de este libro: “Ramón Gómez de la Serna fue el primero de los humoristas. Cuando él empezó, todo esto era campo”. Sus palabras sirven como primera puerta de entrada a Buen Humor, una de las últimas propuestas de la editorial alavesa Sans Soleil para terminar este 2020 tan extraño. En ella se recoge un amplio número de relatos ilustrados creados por el autor madrileño durante los años 20 del siglo pasado, una faceta no tan conocida como sus famosas greguerías.
En concreto, la publicación se centra en las historias creadas para la revista Buen Humor -de ahí el título actual-, “una referencia fundamental para lo que luego ha venido a ser el humor más moderno y contemporáneo”, explica Ander Gondra, co-fundador de la editorial con sede en Estíbaliz. “Bueno Humor era el lugar al que iban a parar humoristas a los que se les podía considerar blancos, pero que, en realidad, eran los que estaban recibiendo las influencias europeas de los ismos, de los movimientos artísticos de principios de siglo. Fue la revista señera que luego vino a marcar la pauta a publicaciones que nos pueden sonar más cercanas como La Codorniz”.
Aunque con posterioridad, el propio Gómez de la Serna recopiló y reformuló algunas de estas creaciones, añadiendo y quitando historias, el interés de Sans Soleil se ha centrado en recuperar los originales, también en lo que se refiere a la forma, un tanto peculiar, en que fueron publicados. El resultado es una colección de micro-relatos ilustrados que conforma “una parte de su obra que estaba un tanto olvidada”. Eso sí, el material encontrado era ingente y aunque se comparte con los lectores más de la mitad de lo realizado en su día, “hemos querido mantener, sobre todo, aquello que conservaba más vigencia o era más ilustrativo de su estilo”.
Así, cada historia es un mundo, “sumergiéndote en solo dos o tres páginas en cosas cotidianas que, aunque hayan pasado casi cien años, todavía siguen vigentes”. Y aunque no hay un patrón por parte del escritor y periodista a la hora de hacer, sí se pueden rastrear rasgos habituales o comunes. Pasa con la atención que Gómez de la Serna presta de manera especial a los objetos cotidianos que, de repente, parece que tienen vida o cuentan con una especie de alma. Además, a la editorial le han interesado cuestiones como los juegos con el lenguaje que se realizan, por ejemplo, en los capítulos referentes al Diccionario Gráfico, que “es algo que hoy en el humor está muy en boga”. Al fin y al cabo, “hay cosas que él hizo que en la actualidad se están reformulando y se están empleando por parte de humoristas contemporáneos”, señala Gondra, que también señala otros elementos definitorios como las referencias al mundo del circo o a la ciudad de Madrid.
A esto hay que sumar algunas creaciones con un tono más de humor negro o macabro, referidas, como es el caso, a las personas secuestradas. “No se pone límites y eso nos lleva a una gran variedad de temas, lo que se traduce en que la selección que se ha hecho sea muy rica”, una labor que ha llevado su tiempo y su trabajo, sobre todo a la hora de realizar la transcripción de los relatos ilustrados. “Cuando lees a estos autores, lo que me sorprende, para empezar, es la calidad literaria y de la ilustración en revistas que hoy se asemejarían a El Jueves. Hay una gran riqueza en las letras, una gran capacidad. Es verdad que su prosa es de otro tiempo, pero estamos hablando de unos autores que manejaban el lenguaje con una capacidad increíble para hablar de cosas sencillas”, estando muy influenciados por las corrientes europeas de la época.
En este sentido, Gondra tiene claro que el paso del tiempo no influye. “No ha envejecido nada mal”, sonríe, al tiempo que resalta esta unión que en Gómez de la Serna se producía entre un lo humorístico y “un tono dulce” para construir “un contenido que es muy fácil de leer”. También porque “hay una conexión con nuestro tiempo y con las maneras de hacer de muchos humoristas del hoy”. De ahí la invitación a Andreu Buenafuente.
Ahora, en este fin de año, Ramón Gómez de la Serna vuelve a encontrarse con los lectores. No lo hace desde Madrid en los años 20 del siglo pasado a través de las páginas de la revista semanal Buen Humor. Si no que lo hace, cien años después, sirviéndose del libro que, bajo el mismo nombre, ha surgido desde tierras alavesas.